domingo, 9 de agosto de 2015

Raymond Carver, El Arte de la Ficción - Edición 76 (1983)

Alguna vez leí un artículo sobre la traducción por la traducción misma. Un ejercicio completamente satisfactorio e interesante que manifiesta en gran medida la propia conciencia de lenguaje que se tiene y que está ya internalizada por los años. A pesar de que no soy una experta traductora (para nada) y hasta ahora me estoy formando, me di la oportunidad de incurrir en un proyecto como aquel del que el artículo hablaba. Aquí está mi primer intento de traducción de largo aliento, una bella entrevista a Raymond Carver (que a propósito no está muy traducido al español) realizada en 1983 y cuya fuente original está aquí


Raymond Carver, el Arte de la Ficción No. 76.
Entrevistado por Mona Simpson, Lewis Buzbee

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Raymond Carver vive en una casa de dos pisos y tejado de madera en una silenciosa callecita en Syracuse, Nueva York. El jardín delantero desciende hasta la acera. Un Mercedes nuevo descansa en la rampa de acceso. Un VW más viejo, el otro carro de la casa, permanece parqueado en la calle.

La entrada de la casa queda atravesando un largo porche cubierto. Adentro, los muebles no tienen casi carácter. Todo combina –sofás de color crema, una mesa de centro de vidrio. Tess Gallagher, la escritora con la que Raymond Carver vive, colecciona plumas de pavo real y las pone en floreros por toda la casa –el más notable intento de decoración. Nuestra sospecha fue confirmada; Carver nos dijo que todos los muebles fueron comprados y enviados en un día.

Gallagher ha pintado un trozo de madera desmontable como señal de No Visitantes,  el letrero está rodeado de pestañas amarillas y naranjas, y cuelga de la puerta de malla. Algunas veces el teléfono está desconectado y el letrero permanece colgado durante días simultáneamente.

Carver trabaja en una gran habitación en el último piso. La superficie del largo escritorio de roble está limpia; su máquina de escribir está puesta a un lado, en un ala con forma de L. No hay chucherías, encantos, ni juguetes de ninguna clase en el escritorio de Carver. Él no es un coleccionista ni un hombre propenso a los recuerdos y a la nostalgia. Ocasionalmente, un sobre de manila descansa sobre el escritorio de roble, conteniendo la historia que está actualmente en proceso de revisión. Sus archivos están bien ordenados. Puede extraer una historia y todas sus versiones previas en cualquier momento. Las paredes del estudio están pintadas de blanco como el resto de la casa, y, como en el resto de la casa, están casi desnudas. A través de una ventana alta y rectangular sobre el escritorio de Carver, la luz se filtra en la habitación en forma de vigas inclinadas, como la luz de las ventanas altas en las iglesias.

Carver es un hombre alto que viste ropa simple –camisetas de franela, pantalones caqui o jeans. Parece vivir y vestir como los personajes de sus historias viven y se visten. Para alguien de su tamaño, tiene una remarcablemente baja e indistinta voz; nos sorprendemos nosotros a nosotros mismos inclinándonos hacia él cada tantos minutos para captar sus palabras y para preguntar el irritante “¿Qué?, ¿Qué?”

Algunas partes de la entrevista fueron hechas a través del correo, entre 1981-1982. Cuando conocimos a Carver, la señal de No Visitantes no estaba colgada y varios estudiantes de Syracuse pasaron a visitar durante el curso de la entrevista, incluyendo al hijo de Carver, un estudiante de último año. Para almorzar, Carver nos preparó sánduches con el salmón que había capturado en la costa de Washington. Ambos, él y Gallagher, son del estado de Washington y para el momento de la entrevista, estaban construyendo una casa en Port Angeles, donde planean vivir una parte de cada año. Le preguntamos a Carver si esa casa se sentiría más como un hogar para él. A lo que replicó, “No, donde quiera que sea está bien. Esto está bien”.

ENTREVISTADOR
¿Cómo era su vida antes, y qué lo hizo querer escribir?

RAYMOND CARVER
Crecí en un pequeño pueblo del este de Washington, un lugar llamado Yakima. Mi papá trabajaba en el aserradero allí. Él era un aserrador y ayudaba con el mantenimiento de las sierras que se usaban para cortar y allanar los maderos. Mi madre trabajaba como una vendedora al por menor, o una camarera o se quedaba en casa, pero ella no conservaba ningún trabajo por mucho tiempo. Recuerdo varias charlas respecto a sus “nervios”. En el gabinete, bajo el lavaplatos, ella guardaba una botella con la patente “medicina para los nervios”, y tomaba un par de cucharadas de esto cada mañana. La medicina para los nervios de mi papá era el whiskey. De seguido guardaba una botella bajo el mismo lavaplatos o afuera en el cobertizo. Recuerdo haberlo probado una vez y odiarlo, y preguntarme cómo alguien podría beber esa cosa. Nuestro hogar era una pequeña casa de dos habitaciones. Nos mudábamos mucho cuando yo era niño, pero siempre era hacia otra pequeña casa de dos habitaciones. La primera casa en la que recuerdo haber vivido, cerca de los territorios para ferias en Yakima, tenía el baño afuera. Esto fue a finales de la década de 1940. Yo tenía ocho o diez años entonces. Solía esperar en la parada del bus a que mi papá llegara a casa del trabajo. Usualmente él era tan puntual como un reloj. Pero cada dos semanas más o menos, no estaba en el bus. Yo me quedaba por ahí y esperaba a que llegara el siguiente bus, pero ya sabía que él tampoco iba a estar en ese. Cuando esto sucedía, significada que se había ido a tomar con amigos suyos del aserradero. Aún recuerdo el sentimiento de condenación y desesperanza que colgaba del comedor cuando mi madre y yo y mi hermano menor nos sentábamos a comer.

ENTREVISTADOR
Pero, ¿Qué lo hizo querer escribir?

CARVER
La única explicación que puedo darle es que mi papá me contaba montones de historias sobre sí mismo cuando era un niño, y sobre su papá y su abuelo. Su abuelo había combatido en la Guerra Civil. ¡Combatió para las dos partes! Era un volteabrigos. Cuando el Sur empezó a perder la guerra, cruzó al lado Norte y empezó a combatir por las fuerzas de la Unión. Mi papá se reía cuando contaba esta historia. Él no veía nada de malo en eso, y supongo que yo tampoco. Como sea, mi papá me contaba historias, anécdotas en realidad, sin imprimir moral en ellas, sobre vagar por el bosque, o bien montarse en los rieles y tener que mirar hacia afuera para ver toros en el ferrocarril. Amaba su compañía y amaba escucharlo contarme estas historias. De vez en cuando me leía algo de lo que él estaba leyendo. Zane Grey del oeste. Estos fueron los primeros libros de tapa dura de verdad, fuera de los textos escolares, y la biblia, que vi en mi vida. No pasaba muy seguido, pero una que otra vez lo veía recostarse en la cama en la noche y leerme algo de Zane Grey. Parecía un acto muy privado en una casa y una familia que no eran muy dados a la privacidad. Me daba cuenta de que tenía este lado privado solo para él, algo que no entendí o de lo que no supe, pero algo que encontró expresión a través de esta lectura ocasional. Yo estaba interesado en ese lado de él e interesado en el acto en sí mismo. Le pedía que me leyera lo que él estaba leyendo, y él aceptaba simplemente leyendo cualquier parte del libro en que él resultara estar. Después de un tiempo decía, “Junior, ahora vete a hacer algo más”. Bueno, había muchas cosas por hacer. En esos días, iba a pescar a un riachuelo que no estaba lejos de nuestra casa. Un poquito después, empecé a cazar patos y gansos. Eso era lo que me emocionaba en esos días, cazar y pescar. Eso fue lo que hizo una abolladura en mi vida emocional, y eso era sobre lo que quería escribir. Mi tarifa de lectura en esos días, aparte de una novela histórica ocasional o un misterio de Mickey Spillane, consistía en Sports Afiled y en Outdoor Life, y en Field & Stream[1]. Escribí una cosa muy larga sobre los peces que huyeron, o los peces que atrapé, o cualquiera de las dos, y le pedí a mi mamá que la digitara por mí. Ella no podía digitar, pero fue y rentó una máquina de escribir, bendito su corazón, y entre los dos lo digitamos de manera terrible y lo enviamos. Recuerdo que había dos direcciones en la cabecera de las revistas; así que lo enviamos todo a la oficina más cercana a nosotros, a Boulder, Colorado, al departamento de circulación. La pieza volvió, finalmente, pero eso estuvo bien. Ésta había salido al mundo, ese manuscrito –había estado en lugares. Alguien la había leído aparte de mi mamá, o eso esperaba yo de cualquier manera. Luego vi un aviso en Writer's Digest[2]. Era la fotografía de un hombre, un autor exitoso, obviamente, testificando de algo llamado el Instituto Palmer de Autoría. Eso parecía justo la cosa para mí. Había un plan de pago mensual incluido. Veinte dólares en total, diez o quince dólares al mes por tres años o treinta años, una de las dos. Había tareas semanales y respuestas personales a esas tareas. Me mantuve en eso por unos cuantos meses. Luego, tal vez me aburrí; paré de hacer el trabajo. Mis padres pararon de hacer los pagos. Muy pronto una carta llegó del Instituto Palmer diciéndome que si pagaba todo, aún podría obtener el certificado de culminación. Esto parecía más que justo. De alguna manera hablé con mis padres para pagar el resto del dinero, y  en cuestión de tiempo obtuve el certificado y lo colgué en la pared de mi habitación. Pero durante toda la secundaria se asumía que yo me graduaría e iría a trabajar en el aserradero. Por un largo tiempo quise hacer el tipo de trabajo que mi papá hacía. Él le iba a pedir a su capataz en el aserradero que me recibiera después de graduarme. Así que trabajé en el aserradero por 6 meses más o menos. Pero odiaba el trabajo y sabía desde el primer día que no quería hacer eso por el resto de mi vida. Trabajé lo suficiente para ahorrar dinero para un carro, comprarme algo de ropa, y así poder mudarme y casarme.

ENTREVISTADOR
De alguna manera, por la razón que sea, usted fue a la universidad. ¿Fue acaso su esposa quien quería que usted fuera a la universidad? ¿Ella lo motivó a usted al respecto? ¿Era ella la que quería ir a la universidad y eso lo hizo querer ir? ¿Cuántos años tenía en ese momento? Ella debió de haber sido muy joven, también.

CARVER
Yo tenía dieciocho. Ella tenía dieciséis y estaba embarazada y acababa de graduarse de una escuela episcopal privada para niñas en Walla Walla, Washington. En la escuela ella había aprendido la manera correcta de sostener una taza de té; había tenido formación religiosa y deportiva y cosas como esa, pero también había aprendido física y literatura y lenguas extranjeras. ¡Yo estaba tremendamente impresionado de que ella supiera latín! Trató una y otra vez de ir a la universidad durante sus primeros años, pero era muy difícil hacerlo; era imposible hacer eso y levantar una familia y estar quebrados todo el tiempo, simultáneamente. Y quiero decir, quebrados. Su familia no tenía dinero. Ella estaba yendo a la escuela por una beca. Su madre me odiaba y aún lo hace. Se suponía que mi esposa se graduaría y se iría a la Universidad de Washington a estudiar leyes en una fraternidad. En lugar de eso, la embaracé, y nos casamos y empezamos una vida juntos. Ella tenía diecisiete la cuando nuestro primer hijo nació, dieciocho cuando el segundo nació. ¿Qué podría decir en este punto? No tuvimos ninguna juventud. Nos encontramos en roles que no sabíamos cómo interpretar. Pero hicimos lo mejor que pudimos. Mejor que eso, quiero pensar. Finalmente ella terminó la universidad. Obtuvo su título de pregrado en el Estado de San José doce o catorce años después de que nos casamos.

ENTREVISTADOR
¿Estaba usted escribiendo durante estos primeros y difíciles años?

CARVER
Trabajaba en las noches e iba a la escuela durante el día. Siempre estábamos trabajando. Ella estaba trabajando y tratando de criar a los niños y siendo ama de casa. Trabajaba para la compañía de teléfonos. Los niños se quedaban con una niñera durante el día. Finalmente, me gradué de pregrado en Humbold State College y metimos todo en el carro y en una de esas parrillas cargatodo que se ponen sobre el auto y nos fuimos para Iowa City. Un profesor llamado Dick Day en Humboldt State me había hablado sobre el Taller de Escritura de Iowa. Day le había enviado una historia mía y tres o cuatro poemas a Don Justice, quien era responsable de conseguirme quinientos dólares en Iowa.

ENTREVISTADOR
¿Quinientos dólares?

CARVER
Eso era todo lo que ellos tenían, o eso decían. Parecía muchísimo dinero en ese tiempo. Pero no terminé en Iowa. Me ofrecieron más dinero para quedarme durante el segundo año, pero simplemente no pude hacerlo. Estaba trabajando en la biblioteca por un dólar o dos por hora, y mi esposa trabajaba como camarera. Me tomaría otro año obtener un título, y simplemente no pude con eso. Así que nos mudamos de nuevo a California. Esta vez a Sacramento. Encontré trabajo como conserje nocturno en el Mercy Hospital. Conservé el trabajo por tres años. Era un muy buen trabajo. Solamente tenía que trabajar dos o tres horas por noche, pero me pagaban ocho horas. Había cierta cantidad de trabajo que tenía que terminar, pero una vez estaba hecho, eso era todo –me podía ir a casa y hacer lo que quisiera. El primer año o los dos primeros me iba a casa cada noche y me dormía a una hora razonable y podía levantarme en la mañana y escribir. Los niños no tenían que quedarse con una niñera y mi esposa podía ir a trabajar –un trabajo como vendedora puerta a puerta. Tenía todo el día delante de mí. Estuvo bien por un tiempo. Luego empecé a salir del trabajo en la noche e ir a beber en lugar de irme a casa. Para ese momento corría el año de 1967 o de 1968.

ENTREVISTADOR
¿Cuál fue la primera historia que alguna vez publicó? ¿Y el primer poema?

CARVER
Fue una historia llamada “Pastoral” y salió publicada en la Western Humanities Review. Es una buena revista literaria y aún sigue siendo publicada por la universidad de Utah. No me pagaron nada por la historia, pero eso no importaba… el poema se llamaba “The Brass Ring” [“El Aro de Latón”][3], y fue publicado por una revista en Arizona, ahora difunta, llamada Targets. Charles Bukowski tenía un poema en la misma edición, y me plació estar en la misma revista con él. Él era como un héroe para mí entonces.

ENTREVISTADOR
¿Es verdad –un amigo suyo me dijo esto— que usted celebró su primera publicación llevándose con usted la revista a la cama?

CARVER
Eso es parcialmente verdad. De hecho, era un libro, el anuario Best American Short Stories [Los Mejores Cuentos Cortos Americanos]. Mi cuento “Will You Please Be Quiet, Please?” [“¿Podrías Hacer el Favor de Callarte, Por Favor?”] había acabado de aparecer en la colección. Eso fue por allá a finales de los sesentas, cuando era editado cada año por Martha Foley y la gente solía llamarlo simplemente “La Colección de Foley”. El cuento había sido publicado en una oscura y pequeña revista de Chicago llamada December. Ese día la antología llegó por correo y la llevé a la cama para leerla y solamente para verla, usted sabe, sostenerla, pero la observé y la sostuve mucho más de lo que la leí. Me quedé dormido y me desperté a la mañana siguiente con el libro allí a mi lado, junto a mi esposa.

ENTREVISTADOR
En un artículo que hizo para el New York Times Book Review mencionó usted un cuento “demasiado tedioso como para hablar de él aquí” –[el artículo] era sobre por qué había escogido usted escribir cuentos cortos en lugar de novelas. ¿Quiere hablar de ese cuento ahora?

CARVER
La historia que era “demasiado tediosa como para hablar de ella” tenía que ver con un número de cosas de las que no era muy placentero hablar. Finalmente sí hablé sobre algunas de estas cosas en el ensayo “Fires” [“Lamas”], el cual publiqué en Antaeus. En él dije que finalmente, un escritor es juzgado por lo que escribe, y esa es la forma en que debería ser. Las circunstancias que rodean la escritura son otra cosa, algo extraliterario. Nadie nunca me pidió que fuera un escritor. Pero así fue, sin embargo, para seguir vivo y pagar cuentas y poner comida sobre la mesa y al mismo tiempo para pensarme a mí mismo como escritor y para aprender a escribir. Después de años de trabajar en trabajos chatarra y de criar hijos y de tratar de escribir, me di cuenta de que necesitaba escribir cosas que pudiera terminar y dejar hechas con rapidez. No había manera de que pudiera lidiar con una novela, era un lapso de dos o tres años de trabajo en un mismo proyecto. Necesitaba escribir algo de lo que pudiera obtener algún tipo de salario inmediatamente, no al siguiente año, o a tres años en el futuro. Por lo tanto, poemas y cuentos. Estaba empezando a ver que mi vida no era –digamos que no era lo que yo quería que fuera. Siempre hubo una carretada de frustración con la que tuve que lidiar –esperando a escribir y no pudiendo encontrar tiempo o lugar para hacerlo. Solía salir y sentarme en el carro y tratar de escribir algo en una almohadilla sobre mi rodilla. Esto fue cuando los niños estaban en su adolescencia. Yo estaba a finales de mis veintes o a principios de mis treintas. Aún estábamos en un estado de penuria, teníamos una quiebra tras nosotros, y años de duro trabajo con nada que la aliviara excepto un viejo carro, una casa rentada y nuevos créditos en nuestros bancos. Era deprimente, y me sentía espiritualmente obliterado. El alcohol se convirtió en un problema. Más o menos me rendí, tiré la toalla, y asumí la bebida de tiempo completo como una ocupación seria. Eso es parte de lo que estaba hablando cuando estaba hablando de cosas “demasiado tediosas como para hablar sobre ellas”.

ENTREVISTADOR
¿Podría usted hablar un poco más sobre la bebida? Muchos escritores, incluso si no son alcohólicos, beben mucho.

CARVER
Probablemente no muchísimo más que cualquier otro grupo de profesionales. Se sorprendería. Claro que hay una mitología que acompaña al hecho de beber, pero nunca fui parte de eso. Fui parte de la bebida misma.  Supongo que empecé a beber mucho más después de que me di cuenta de que las cosas que más quería en la vida para mí y para mi escritura, y mi esposa y mis hijos, simplemente no iban a pasar. Es extraño. Tú nunca empiezas a vivir la vida con la intención de convertirte en alguien arruinado o en un alcohólico o un tramposo o un ladrón. O un mentiroso.

ENTREVISTADOR
¿Y usted era todas esas cosas?

CARVER
 Las era. Ya no. Oh, miento de vez en cuando, como todo el mundo.

ENTREVISTADOR
¿Hace cuánto tiempo dejó de beber?

CARVER
El segundo día de junio de 1977. Si quiere saber la verdad, estoy más orgulloso de eso, de que dejé de beber, que de cualquier otra cosa en mi vida. Soy un alcohólico recuperado. Siempre seré un alcohólico, pero ya no soy un alcohólico practicante.

ENTREVISTADOR
¿Qué tan mala llegó a ser la bebida?

CARVER
Es muy doloroso pensar en algunas cosas que pasaron en ese entonces. Hacía un total derroche de todo lo que tocaba. Pero tal vez debo añadir que hacia el final de mi periodo con la bebida no había mucho que quedara de todos modos. Pero, ¿cosas específicas? Simplemente digamos que, en una ocasión, la policía estuvo involucrada, además de salas de emergencia y cortes.

ENTREVISTADOR
¿Cómo se detuvo? ¿Qué lo hizo ser capaz de parar?

CARVER
El último año en que bebí, 1977, estuve en un centro de rehabilitación dos veces, así mismo estuve una vez en el hospital; y pasé unos cuantos días en un lugar llamado DeWitt cerca de San José, California. Dewitt solía ser, propiamente hablando, un hospital para la demencia criminal. Hacia el final de mi carrera en la bebida estaba completamente fuera de control y en un lugar muy sepulcral. Lagunas, y toda la cuestión –puntos en los que no puedes recordar nada de lo que dices o haces durante cierto periodo de tiempo. Puede que estés manejando un carro, leyendo, dando una clase, que te rompas una pierna, o que duermas con alguien, y no tendrás memoria de eso luego. Estás en una suerte de piloto automático. Tengo una imagen de mí mismo sentándome en una sala con un vaso de whiskey en mi mano y mi cabeza vendada por una caída causada por una convulsión alcohólica. ¡Muy loco! Dos semanas después estaba de vuelta en el centro de rehabilitación, esta vez en un lugar llamado Duffy’s, en Calistoga, California, arriba, por el campo de viñedos. Estuve en Duffy’s en dos ocasiones diferentes; en el lugar llamado DeWitt, en San José; y en un hospital en San Francisco –todo en un espacio de doce meses. Supongo que eso es bastante malo. Estaba muriendo por eso, así de simple, y no estoy exagerando.

ENTREVISTADOR
¿Qué lo llevó al punto en que ya pudo dejar de beber por su bien?

CARVER
Fue a finales de mayo de 1977. Estaba viviendo solo en una casa en un pequeño pueblo en el norte de California, y había estado sobrio por aproximadamente tres semanas. Manejé a San Francisco, donde se estaba llevando a cabo una convención de publicadores. Fred Hills, en ese tiempo el editor en jefe de McGraw-Hill, quería llevarme a almorzar y ofrecerme dinero para escribir una novela. Pero un par de noches antes del almuerzo, uno de mis amigos tuvo una fiesta. A mitad de ésta, tomé un vaso de vino y me lo bebí, y eso es lo último que recuerdo de esa noche. Tiempo de laguna. A la mañana siguiente cuando las tiendas abrieron, estaba esperando para comprar una botella. La cena esa noche fue un desastre; fue terrible, la gente discutiendo y desapareciendo de la mesa. Y la mañana siguiente tenía que levantarme e ir a este almuerzo con Fred Hills. Tenía tanta resaca cuando me levanté, que difícilmente podía sostener mi cabeza levantada. Pero me bebí medio litro de vodka antes de ir a recoger a Hills y eso ayudó, por un momento muy corto. Luego, ¡él quería manejar por Sausalito para almorzar! Eso nos tomó por lo menos una hora en medio de un pesado tráfico, y yo estaba ebrio y con resaca, usted entiende. Pero por alguna razón él continuó y me ofreció el dinero para escribir una novela.

ENTREVISTADOR
¿Escribió usted la novela?

CARVER
¡No todavía! De todos modos, me las arreglé para salir de San Francisco hacia donde yo vivía. Permanecí ebrio por un par de días más. Y entonces me levanté, sintiéndome terrible, pero no bebí nada esa mañana. Nada alcohólico, quiero decir. Me sentía terrible físicamente –mentalmente también, claro—pero no bebí nada. No bebí en tres días. Gradualmente empecé a poner un poco de distancia entre la bebida y yo. Una semana. Dos semanas. De repente pasó un mes. Había estado sobrio por un mes, y lentamente estaba empezando a recuperarme.

ENTREVISTADOR
¿Ayudó en algo Alcohólicos Anónimos?

CARVER
Ayudó un montón. Iba por lo menos una o dos veces al día durante el primer mes.

ENTREVISTADOR
¿Alguna vez sintió usted que el alcohol era de alguna manera una inspiración? Estoy pensando en su poema “Vodka”, publicado en Esquire.

CARVER
Por Dios, ¡no! Espero haber dejado eso claro. Cheever remarcó que él siempre podía reconocer una “línea alcohólica” en el libro de un escritor. No estoy seguro con exactitud qué quiere decir con eso pero creo que sé. Cuando estábamos enseñando en el Taller de Escritores de Iowa en el semestre de otoño de 1973, él y yo no hacíamos nada más que beber. Es decir, llegábamos a clase, por decir algo. Pero todo el tiempo estábamos allí                    –estábamos viviendo en este hotel que tenían en el campus, la Casa Iowa– no creo que ninguno de los dos le quitara alguna vez la cubierta a su máquina de escribir. Hacíamos el viaje a la tienda de licores dos veces a la semana en mi carro.

ENTREVISTADOR
¿Para surtirse?

CARVER
 Sí, para surtirnos. Pero la tienda no abría sino hasta las 10:00 a.m. Una vez planeamos un recorrido matutino muy temprano, un recorrido a las diez en punto, y nos íbamos a encontrar en el lobby del hotel. Él traía mocasines, pero no tenía medias puestas. De todas maneras salimos un poco temprano. Para la hora en que llegamos a la tienda de licores el tendero estaba hasta ahora quitándole el candado a la puerta del frente. En esta mañana particular, John se bajó del carro antes de que yo pudiera parquear apropiadamente. Para el momento en que entré a la tienda, él ya estaba en el mostrador de la caja con medio galón de Scotch. Él vivía en el cuarto piso del hotel y yo vivía en el segundo. Nuestras habitaciones eran idénticas, justamente bajo la misma reproducción de la misma pintura colgada en la pared. Pero cuando bebíamos juntos, siempre bebíamos en su habitación. Él decía que tenía miedo de bajar a beber en el segundo piso. ¡Decía que siempre había una posibilidad de que lo atracaran en el hall! Pero, usted sabe, claro, por suerte no mucho tiempo después de que Cheever dejara Iowa City, fue a un centro de tratamiento y recuperó su sobriedad y permaneció sobrio hasta que murió.

ENTREVISTADOR
¿Siente que las confesiones habladas en las reuniones de Alcohólicos Anónimos han influenciado su escritura?

CARVER
Hay diferentes clases de reuniones –las reuniones de charla consistían en que solo una persona se levantaba y hablaba aproximadamente por cincuenta minutos sobre cómo era su vida entonces, y probablemente cómo era su vida ahora. Y hay reuniones en las que todo el mundo en el salón tiene una oportunidad de decir algo. Pero no puedo decir honestamente si alguna vez conscientemente o de otra manera he escrito alguna de mis historias basándome en lo que he escuchado en las reuniones.   

ENTREVISTADOR
¿De dónde vienen sus historias entonces? Estoy especialmente hablando de historias que tengan algo que ver con la bebida.

CARVER
La ficción en la que estoy más  interesado tiene líneas de referencia con el mundo real. Ninguna de mis historias pasó verdaderamente, por supuesto. Pero siempre hay algo, algún elemento, algo que se me dijo o que atestigüé, que pueda ser el lugar de inicio. Aquí hay un ejemplo: “¡Esta es la última navidad que nos arruinarás alguna vez!” Yo estaba borracho cuando escuché eso, pero lo recordé. Y después, mucho tiempo después, cuando ya estaba sobrio, usando solamente esa línea y otras cosas que imaginé, imaginé con mucha precisión lo que pudo haber pasado, inventé una historia –“A Serious Talk” [“Una Conversación Seria”]. Pero la ficción en la que estoy más interesado, sea la de Tolstoi, Chejov, Barry Hannah, Richard Ford, Hemingway, Isaac Babel Ann Beattie, o Anne Tyler, me parece de alguna manera un poco autobiográfica. Por lo menos es referencial. Los cuentos largos o cortos no solo salen de un airecillo delgado. Llega a mí una conversación que involucraba a John Cheever. Estábamos sentados en una mesa en Iowa City con algunas personas y resulta que él empezó a hablar de que después de un altercado familiar que hubo en su casa una noche, él se levantó a la mañana siguiente y fue al baño y encontró algo que su hija había escrito con labial en el espejo del baño “Que-ri-do papito, no nos dejes”. Alguien en la mesa levantó la voz y dijo, “yo reconozco eso de alguna de sus historias”. Cheever dijo, “probablemente sea así. Todo lo que escribo es autobiográfico”. Ahora, claro, eso no es literalmente verdad. Pero todo lo que escribimos es, de alguna manera, autobiográfico.  No me preocupa ni un poco la ficción “autobiográfica”. Al contrario. On the Road. Céline. Roth. Lawrence Durrell en The Alexandria Quartet. Y así mismo de Hemingway en las historias de Nick Adams. Updike, también, podría apostar. Jim McConkey. Clark Blaise es un escritor contemporáneo cuya ficción está dentro-y-fuera de lo autobiográfico. Por supuesto, tienes que saber lo que estás haciendo cuando conviertes tus historias de vida en ficción. Tienes que ser inmensamente atrevido, tener mucha habilidad, usar mucho tu imaginación y estar dispuesto a decirte todo a ti mismo. Te dicen una y otra vez cuando eres joven que escribas sobre lo que conoces, y ¿qué conoces mejor que tus propios secretos? Pero a menos de que seas una clase especial de escritor, y uno muy talentoso, es muy peligroso tratar y escribir volumen tras volumen de La Historia de Mi Vida. Es para muchos escritores un gran peligro, o por lo menos una gran tentación, ser demasiado autobiográficos en su aproximación a su ficción. Un poco de autobiografía y un montón de imaginación es lo mejor.

ENTREVISTADOR
¿Tus personajes están tratando de hacer lo que importa?

CARVER
Creo que están tratando. Pero tratar y lograr son dos asuntos diferentes. En algunas vidas, la gente siempre tiene éxito; y creo que es algo grande cuando eso sucede. En otras vidas, la gente no tiene éxito en lo que tratan de hacer, en las cosas que más quieren hacer, las cosas grandes o pequeñas que soportan la vida. Estas vidas son, por supuesto, válidas para la escritura, las vidas de la gente que no tiene éxito. La mayoría de mi propia experiencia, directa o indirecta, tiene que ver con esta última situación. Creo que a la mayoría de mis personajes les gusta que sus acciones cuenten para algo. Pero al mismo tiempo han alcanzado ese punto –como muchas personas—en que no es tan así. Lo que hacen no añade mucho más a nada. Las cosas que alguna vez pensaste que eran importantes o incluso por las que creías que valía la pena morir no valen ni cinco centavos ahora. Ellos tratan de hacer las cosas bien, pero no pueden. Y usualmente ellos sí que lo saben, y después de eso, simplemente hacen lo que pueden.

ENTREVISTADOR
¿Podría usted decir algo sobre una de mis historias favoritas en su colección más reciente? ¿Dónde se originó la idea de “Why Don’t You Dance?” [“¿Por Qué No Bailas?”]?

CARVER
Estaba visitando a unos amigos escritores en Missoula a mediados de los 70s. Todos estábamos sentados por ahí bebiendo y alguien contó una historia sobre una tendera de un bar llamada Linda, la cual se embriagó con su novio una noche y decidió llevar todos los muebles de su habitación a su patio trasero. Lo hicieron, también bajaron la alfombra y la lámpara de su alcoba, y luego de que el chico terminó de contar la historia, alguien dijo, “Bueno, ¿Quién va a escribirla?” No sé quién más la haya escrito, pero yo la escribí. No en ese momento, sino después. Más o menos cuatro o cinco años después, creo. La cambié y le añadí cosas, claro. De hecho, fue la primera historia que escribí después de que finalmente paré de tomar.

ENTREVISTADOR
¿Cómo son sus hábitos de escritura? ¿Siempre está trabajando en una historia?

CARVER
Cuando estoy escribiendo, escribo todos los días, es adorable cuando eso pasa. Un día se enlaza con el siguiente. Algunas veces ni siquiera sé qué día de la semana es. “La rueda de los días”, como John Ashbery la ha llamado. Cuando no estoy escribiendo, como ahora, cuando estoy apretado con los deberes de las clases como he estado últimamente, es como si nunca hubiera escrito una palabra y no tuviera ningún deseo de escribir. Caigo en malos hábitos. Me quedo despierto hasta muy tarde y duermo mucho. Pero está bien. He aprendido a ser paciente y a esperar mi tiempo. Tuve que aprender eso hace mucho tiempo. Paciencia. Si creyera en los signos, supongo que mi signo sería el de la tortuga. Escribo en arrebatos y comienzos. Pero cuando estoy escribiendo, invierto muchísimas horas en el escritorio, diez o doce o quince horas seguidas, día tras día. Amo eso, cuando eso sucede. Mucho de este tiempo de trabajo, entienda usted, se lo dedico a revisar y a reescribir. No hay muchas cosas que me gusten más que tomar una historia que haya estado rodando por la casa por un tiempo y trabajar en ella de nuevo. Es lo mismo con los poemas que escribo. No tengo afán de enviar algo justo después de escribirlo, y algunas veces se queda por la casa durante meses mientras le hago esto o lo otro, quitándole esto y poniéndole aquello. No se necesita mucho tiempo para hacer el primer borrador de la historia, eso pasa usualmente en una sentada, pero sí toma mucho tiempo hacer varias versiones de la historia. He hecho tantas como veinte o treinta borradores de una historia. Nunca menos de diez o doce borradores. Es tan instructivo como alentador echarle un vistazo a los borradores iniciales de grandes escritores. Estoy pensando en las fotografías de las galeras de Tolstoi, para nombrar un escritor que amaba las revisiones. Quiero decir, no sé si las amaba o no, pero hacía de éstas un gran asunto. Siempre estaba revisando, justo hasta el momento en que salían las pruebas de imprenta. Él persistió y reescribió Guerra y Paz ocho veces y estaba aún haciéndole correcciones en las galeras. Cosas como estas deberían animar a cada escritor cuyos borradores sean terribles, como los míos lo son.

ENTREVISTADOR
Describa qué pasa cuando escribe una historia.

CARVER
Escribo el primer borrador rápidamente, como dije. Esto lo hago casi siempre a mano. Simplemente lleno páginas tan rápido como puedo. En algunos casos, hay una suerte de taquigrafía personal, notas para mí mismo sobre lo que haré luego cuando vuelva a la historia. Algunas escenas las tengo que dejar sin terminar, sin siquiera ser escritas, en algunos casos; las escenas que requerirán un minucioso cuidado después. Es decir, todo lo que requiera cuidado meticuloso –pero algunas escenas las guardo hasta el segundo o tercer borrador, porque para hacerlas y hacerlas bien se necesita mucho más tiempo que para el primer borrador. Con el primer borrador es una cuestión de concretar el contorno, el andamio de la historia. Luego, en las revisiones subsecuentes veré el resto de eso. Cuando he terminado el borrador a mano, digito la versión de la historia y empiezo desde ahí. Siempre se ve diferente para mí, mejor, claro, después de que está digitada. Cuando estoy digitando el primer borrador, empiezo a reescribir y a añadir y a borrar pequeñas cosas. El verdadero trabajo viene luego, después de que he hecho tres o cuatro borradores de la historia. Es lo mismo con los poemas, solo que los poemas puede que requieran cuarenta o cincuenta borradores. Donald Hall me dijo que él algunas veces escribe cien o más borradores de sus poemas. ¿Puede usted imaginarse?

ENTREVISTADOR
¿Ha cambiado su forma de trabajar?

CARVER
Las historias en What We Talk About [De Qué Hablamos] son diferentes en alguna medida. Por una razón, es un libro mucho más autoconsciente en el sentido de cómo cada uno de los movimientos fue intencional, cuán calculado estuvo. Empujé y jalé y trabajé con esas historias antes de que llegaran al libro en una medida en que nunca lo había hecho con ninguna otra historia. Cuando el libro estuvo armado y en las manos del publicador, no escribí nada en absoluto por seis meses. Y entonces la primera historia que escribí fue “Catedral”, la cual siento que es totalmente diferente en cuanto a concepción y ejecución respecto a otras historias que habían llegado antes. Supongo que refleja un cambio tanto en mi vida como en mi forma de escribir. Cuando escribí “Catedral” experimenté este afán y sentí “Esto es de lo que se trata, esta es la razón por la que estoy haciendo esto”. Fue diferente de las historias que habían llegado antes. Hubo una apertura cuando escribí la historia. Sabía que había ido tan lejos en otra dirección como pude o quise ir, cortándolo todo hasta la médula, no solo hasta los huesos. Si hubiera ido más lejos en esa dirección, hubiera llegado a una calle ciega –escribiendo y publicando cosas que no hubiera querido leer ni siquiera yo, y esa es la verdad. En una reseña del último libro, alguien me llamó un escritor “minimalista”. El reseñista lo quiso decir como un cumplido. Pero no me gustó. Hay algo sobre lo “minimalista” que huele a una pequeñez de visión y de ejecución que no me gusta. Pero todas las historias en el nuevo libro, la que se llama Catedral, fueron escritas en un periodo de dieciocho meses; y en cada una de ellas sentí esta diferencia.

ENTREVISTADOR
¿Tiene usted algún ideal de audiencia? Updike describió su lector ideal como un jovencito en un pequeño pueblo del centro-oeste encontrando uno de sus libros en el estante de una biblioteca.

CARVER
Es lindo pensar en el lector idealizado de Updike. Pero, a excepción de las historias tempranas, no creo que sea un jovencito en un pequeño pueblo del centro-oeste el que lea a Updike. ¿Qué habría hecho este jovencito con The Centaur [El Centauro] o Couples [Parejas] o Rabbit Redux [El Retorno del Conejo] o The Coup [El Golpe de Estado]? Creo que Updike está escribiendo para la audiencia para la cual John Cheever dijo que estaba escribiendo, “hombres y mujeres adultos e inteligentes”, dondequiera que vivan. Un escritor que se aprecie escribe tan bien y tan verdaderamente como pueda y espera encontrar tantos lectores perceptivos como sea posible. Así que escribes tan bien como puedes y esperas buenos lectores. Pero creo que también estás escribiendo para otros escritores en alguna medida –tanto los escritores muertos cuyo trabajo admiras, como los escritores vivos que te gusta leer. Si a ellos les gusta, a los otros escritores, hay una buena posibilidad de que a otros “hombres y mujeres adultos e inteligentes” les guste también. Pero no tengo en mente a ese niñito que mencionó usted, o a nadie más en ese sentido, cuando estoy propiamente escribiendo.

ENTREVISTADOR
¿Cuánto de lo que escribe termina tirando a la basura?

CARVER
Montones. Si el primer borrador de la historia tiene cuarenta páginas, usualmente queda con la mitad de eso en el momento en que termino con él. Y no es solamente una cuestión de sacar o meter cosas. Sacó un montón, pero añado también cosas y luego añado otras y saco otras. Es algo que amo hacer, poner palabras y sacar palabras.

ENTREVISTADOR
¿Ha cambiado el proceso de revisión ahora que las historias parecen ser más largas y más generosas?

CARVER
Generosas, sí, esa es una buena palabra para ellas. Sí, y le diré por qué. En la escuela había una digitadora que tenía una de esas máquinas de escribir de la era espacial, un procesador de palabras y yo podía darle una historia para digitar y una vez la tenía digitada y me daba la copia, podía yo marcarla a voluntad y dársela de nuevo; y ella, al siguiente día, me la entregaba en limpio una vez más. Luego la podía marcar de nuevo tanto como yo quisiera, y al siguiente día la tendría de vuelta en limpio una vez más. Lo amaba. Parecería una cosa insignificante, de verdad, pero eso ha cambiado mi vida, esa mujer y su procesador de palabras.

ENTREVISTADOR
¿Alguna vez ha usted tenido tiempo libre por causa de no tener que ganarse la vida?

CARVER
Tuve un año una vez. Fue un año muy importante para mí también. Escribí la mayoría de las historias en Will You Please Be Quiet, Please? [“¿Podrías Hacer el Favor de Callarte, Por Favor?”] en ese año. Fue en 1970 o 1971. Estaba trabajando en esta firma publicadora de libros de texto Palo Alto. Fue mi primer trabajo de cuello-blanco, justo después del periodo en el que había sido conserje en el hospital en Sacramento. Había estado trabajando allí casi como un editor cuando la compañía, que se llamaba SRA, decidió hacer una reorganización importante. Planeé renunciar, estaba escribiendo mi carta de renuncia, pero luego, de repente, fui despedido. Fue simplemente una manera genial en la que todo se dio. Invitamos a todos nuestros amigos ese fin de semana ¡y tuvimos una fiesta de despedidos! Por un año no tuve que trabajar. El desempleo me alcanzó y tenía mi indemnización por despido para vivir. Ese fue el periodo en que mi esposa finalizó su universidad y obtuvo su título. Ese fue un punto de giro, ese momento. Fue un buen periodo.

ENTREVISTADOR
¿Es usted religioso?

CARVER
No, pero tengo que creer en milagros y en la posibilidad de la resurrección. No hay duda sobre eso. Cada día que me despierto, me alegra despertar. Por esa razón me gusta despertar temprano. En los días de la bebida dormía hasta el mediodía o lo que sea y normalmente despertaba con los temblores.

ENTREVISTADOR
¿Se arrepiente de muchas cosas que pasaron en ese momento en que las cosas eran tan malas?

CARVER
No puedo cambiar nada ahora. No me alcanza para el arrepentimiento. Esa vida ahora simplemente ya no está, y no puedo lamentar lo pasado. Tengo que vivir en el presente. La vida de antes se ha ido con seguridad –y es tan remota para mí como si le hubiera sucedido a alguien de quien leí en una novela del siglo diecinueve. No paso más de cinco minutos al mes en el pasado. El pasado verdaderamente es un país extranjero, y la gente ahí hace las cosas de forma diferente. Las cosas pasan. Realmente siento que he tenido dos vidas diferentes.

ENTREVISTADOR
¿Puede usted hablar un poco sobre las influencias literarias, o al menos nombrar algunos escritores cuyo trabajo admire grandemente?

CARVER
Ernest Hemingway es uno. Las primeras historias. “Big Two-Hearted River” [El Río de Dos Corazón], “Cat in the Rain” [“El Gato Bajo La Lluvia”], “The Three-Day Blow” [El Golpe de Tres Días], “Soldier’s Home” [El Regreso de Un Soldado[4]], y muchas más. Chejov. Supongo que él es el escritor cuyo trabajo admiro más. Pero, ¿a quién no le gusta Chejov? Estoy hablando de sus historias, no de sus obras dramáticas. Sus obras se mueven demasiado lentamente para mí. Tolstoi. Cualquiera de sus cuentos, las novelas, Anna Karenina. Guerra y Paz no. Es muy lenta. Pero La Muerte de Iván Ilyich, El Maestro y el Hombre, “How Much Land Does a Man Need?” ” [“¿Cuánta Tierra Necesita Un Hombre”], Tolstoi es lo mejor que hay. Isaac Babel, Flannery O’Connor, Frank O’Connor. Dublineses de James Joyce. John Cheever. Madame Bovary. El año pasado releí ese libro, junto con una nueva traducción de las cartas de Flaubert escritas mientras él estaba componiendo –no hay otra palabra para eso—Madame Bovary. Conrad. Too Far to Go  [DemasiadoLejos Para Ir], de Updike. Y hay escritores magníficos por los que pasé hace uno o dos años como Tobias Wolff. Su libro de cuentos In the Garden of the North American Martyrs  [En el Jardín de los Mártires Norteamericanos], es simplemente magnífico. Max Schott. Bobbie Ann Mason. ¿Ya la había mencionado? Bueno, ella es buena y vale la pena mencionara dos veces. Harold Pinter. V.S. Pritchett. Hace años leí algo en una carta escrita por Chejov que me impresionó. Fue un consejito que le daba a alguno de sus muchos corresponsales, y era algo así: Amigo, no tiene que escribir sobre gente extraordinaria para alcanzar lo extraordinario y las hazañas memorables. (Entienda que yo estaba en la universidad en ese momento y leyendo obras de teatro sobre princesas y duques y el derrocamiento de los reinos. Búsquedas y cosas similares, grandes compromisos para establecer héroes en sus lugares legítimos. Novelas con héroes más-grandes-que-la-vida). Pero leer lo que Chejov tenía que decir en esa carta, y en otras cartas suyas, y leer sus historias, me hizo ver las cosas de una forma diferente a la de antes. No mucho tiempo después leí una obra de teatro y una serie de historias de Maxim Gorky, y él simplemente reforzó en su trabajo lo que Chejov tenía por decir. Richard Ford es otro buen escritor. Él es principalmente un novelista, pero él también ha escrito cuentos y ensayos. Él es un amigo. Tengo un montón de amigos que son buenos amigos, y algunos de ellos son buenos escritores. Otros, no tan buenos.

ENTREVISTADOR
¿Qué hace usted en tal caso? Quiero decir, ¿cómo lidia con eso? –¿si uno de sus amigos publica algo que a usted no le gusta?

CARVER
No digo nada a menos de que mi amigo me pregunte, y espero que no lo haga. Pero si te preguntan tienes que decirlo de una manera en que no se perjudique la amistad. Quieres que a tus amigos les vaya bien y que escriban lo mejor que puedan. Pero algunas veces su trabajo es una decepción. Quieres que todo les salga bien, pero tienes este pavor de que tal vez no sea así y no hay mucho que puedas hacer al respecto.

ENTREVISTADOR
¿Qué piensa de la ficción moral? Supongo que esto tiene que llevarnos a una charla sobre John Gardner y su influencia en usted. Sé que fue su estudiante hace muchos años en Humboldt State College.

CARVER
Eso es verdad. He escrito sobre nuestra relación en la obra Antaeus y hablé más elaboradamente de esto en mi introducción a un libro póstumo suyo llamado On Becoming a Novelist [Convirtiéndose en Novelista]. Creo que On Moral Fiction [Sobre la Ficción Moral],  es un libro maravillosamente inteligente. No estoy de acuerdo con todo lo que dice, de ninguna manera, pero en general él tiene razón. No tanto en sus evaluaciones de los escritores vivos como en sus objetivos, las aspiraciones del libro. Es un libro que quiere afirmar la vida en lugar de tirarla a la basura. La definición de Gardner de moralidad es vitalmente afirmante. Y respecto a eso él cree que la buena ficción es ficción moral. Es un libro con el cual discutir, si te gusta discutir. Es brillante, en cualquier caso. Creo que él puede argumentar su caso incluso mejor en On Becoming a Novelist. Y no va tras otros escritores como en On Moral Fiction. Habíamos estado sin contacto por años cuando él publico On Moral Fiction, pero su influencia, las cosas por las que sobresale en mi vida cuando era su estudiante, eran aún tan fuertes que por un largo rato no quise leer el libro. ¡Tenía miedo de descubrir que lo que yo había estado escribiendo todos esos años fuera inmoral! Usted entiende que no nos habíamos visto por casi veinte años y que solamente renovamos nuestra amistad después de que me mudé a Syracuse y él estaba allá en Binghamton, a setenta millas de distancia. Había un montó de enojo dirigido directamente hacia Gardner y hacia el libro cuando lo publicó. Él tocó los nervios. Resulta que creo que es una remarcable obra de trabajo.     

ENTREVISTADOR
Pero después de que usted leyó el libro, ¿qué pensó sobre su propio trabajo? ¿Estaba usted escribiendo historias “morales” o “inmorales”?

CARVER
¡No estoy seguro! Pero escuché de otras personas, y luego él mismo me dijo, que le gustaba mi trabajo. Especialmente el nuevo trabajo. Eso me trajo muchísima complacencia. Lea On Becoming a Novelist.

ENTREVISTADOR
¿Aún escribe usted poesía?

CARVER
Algo, pero no lo suficiente. Quiero escribir más. Si un periodo muy largo de tiempo pasa, seis meses o algo así, me pongo nervioso si no he escrito ningún poema. Me sorprendo a mí mismo preguntándome si he parado de ser un poeta o he parado de ser capaz de escribir poesía. Usualmente es ahí que me siento y trato de escribir algunos poemas. Este libro mío que voy a lanzar en la primavera, Fires [Llamas], –ese tiene todos los poemas míos que quiero conservar.

ENTREVISTADOR
¿Cómo se influencian la una a la otra? ¿La escritura de ficción y la escritura de poesía?

CARVER
Ya no lo hacen. Por un largo tiempo estaba igualmente interesado en la escritura de poesía y en la escritura de ficción. En las revistas siempre ojeaba primero los poemas antes de leer las historias. Finalmente, tuve que hacer una elección, y me decidí por el lado de la ficción. Fue la elección correcta para mí. No soy un poeta “innato”. No sé si soy un “innato” de algo excepto de ser un hombre americano blanco. Tal vez me convierta en un poeta ocasional. Pero me conformo con eso. Es mejor que no ser ningún tipo de poeta en absoluto.

ENTREVISTADOR
¿Cómo lo ha cambiado la fama?

CARVER
Me siento incómodo con esa palabra. Verá, empecé con muy bajas expectativas en primer lugar –es decir, ¿qué tan lejos puedes llegar en esta vida escribiendo cuentos cortos? Y no tenía mucha autoestima como resultado de la cosa de la bebida. Así que es un continuo asombro para mí esta atención que ha venido. Pero puedo decirle que después de la recepción de What We Talk About [De qué hablamos], sentí una confianza que nunca antes había sentido. Cada cosa buena que ha pasado desde entonces ha convergido para hacerme querer trabajar más y mejor. Ha sido un buen estímulo. Y todo esto está llegando en una época de mi vida en la que tengo más fuerza de la que nunca antes había tenido. ¿Entiende lo que digo? Me siento más fuerte y más claro sobre mi dirección ahora que nunca antes. Así que la “fama” –o, digamos, esta reciente atención e interés—ha sido una cosa buena. Reforzó mi confianza cuando mi confianza necesitaba ser reforzada.

ENTREVISTADOR
¿Quién es el primero que lee sus textos?

CARVER
Tess Gallagher. Como usted sabe, ella es poeta y escritora de cuento corto. Le muestro todo lo que escribo excepto las cartas, e incluso le he mostrado unas cuantas de esas. Pero ella tiene un ojo maravilloso y una manera de sumergirse tanto en lo que escribo. No le muestro nada hasta que lo he marcado y lo he llevado tan lejos como he podido. Eso es usualmente el cuarto o quinto borrador, y luego ella lee cada uno de los subsecuentes. Hasta ahora le he dedicado tres libros y esas dedicaciones no son solamente un token de amor y afecto; también indican el alta estima en la que la tengo y el reconocimiento de la ayuda y la inspiración que me ha dado.

ENTREVISTADOR
¿Dónde entra Gordon Lish en esto? Sé que él es su editor en Knopf.

CARVER
Justamente como él mismo fue el editor que empezó a publicar mis cuentos en Esquire a principios de los 70s. Pero tuvimos una amistad que iba más allá en el tiempo, allá por 1967 o 1968, en Palo Alto. Él estaba trabajando en una firma publicadora de libros apenas cruzando la esquina desde la firma en la que yo trabajaba. La que me despidió. Él no mantenía un horario regular de oficina. Él hacía la mayoría de su trabajo para la compañía desde su casa. Al menos una vez a la semana me invitaba a su casa a almorzar. Él no comía nada, solo cocinaba algo para mí y luego revoloteaba alrededor de la mesa viéndome comer. Me ponía nervioso, como puede usted imaginar. Siempre terminaba yo dejando algo en mi plato, y él siempre terminaba comiéndoselo. Dijo que eso tenía que ver con la forma en que fue criado. Este no es un ejemplo aislado. Él aún hace cosas como esa. Me lleva a almorzar ahora y no ordena nada para él mismo excepto por una bebida ¡y luego se come lo que sea que yo deje en mi plato! Lo vi hacerlo una vez en el Salón de Té Ruso. Había cuatro de nosotros cenando, y después de la comida llegó él a vernos comer. Cuando vio que íbamos a dejar comida en nuestros platos, él los limpió de inmediato. Aparte de esta locura, la cual es más graciosa que otra cosa, él es remarcablemente inteligente y sensible a las necesidades de un manuscrito. Él es un buen editor. Tal vez él es un gran editor. Todo lo que sé con seguridad es que él es mi editor y mi amigo y que me alegran ambas cosas.

ENTREVISTADOR
¿Consideraría hacer más guiones cinematográficos?

CARVER
Si el tema lograra ser interesante como este que acabo de terminar con Michael Cimino en la vida de Dostoievski, sí, claro. De otra manera, no. Pero, ¡Dostoievski! Puede apostar que lo haría.

ENTREVISTADOR
Y hubo mucho dinero involucrado.

CARVER
Sí.

ENTREVISTADOR
Eso pagó por el Mercedes.

CARVER
Exacto.

ENTREVISTADOR
¿Y qué hay de la revista The New Yorker? ¿Alguna vez envió usted sus historias a The New Yorker cuando estaba empezando?

CARVER
No, no lo hice. No leí The New Yorker. Enviaba mis historias y poemas a las pequeñas revistas y de vez en cuando algo fue aceptado, y me hizo feliz la aceptación. Tuve una suerte de audiencia, verá, a pesar de que nunca conocí a ninguna persona de mi audiencia.

ENTREVISTADOR
¿Recibe usted cartas de la gente que ha leído su trabajo?

CARVER
Cartas, cintas, algunas veces fotografías. Alguien me acaba de mandar un cassette–canciones que fueron hechas basadas en algunos de los cuentos.

ENTREVISTADOR
¿Escribe usted mejor en la Costa Oeste –afuera, en Washington—o aquí en el Este? Supongo que estoy preguntando cuán importante es el sentido de pertenencia para su trabajo.

CARVER
Alguna vez fue importante para mí verme como alguien perteneciente a un lugar particular. Era importante para mí ser un escritor del Oeste. Pero esa ya no es una verdad para mí, para bien o para mal. Creo que me he movido mucho por ahí, he vivido en muchos lugares, me he sentido desubicado y “deslugarado”, como para tener algún sentido arraigado de “pertenencia”. Si alguna vez he localizado una historia conscientemente en un lugar particular y un periodo particular, y supongo que lo he hecho, especialmente en el primer libro, supongo que ese lugar sería el Noroeste pacífico. Admiro el sentido de pertenencia en escritores tales como Jim Welch, Wallace Stegner, John Keeble, William Eastlake, y William Kittredge. Hay una buena cantidad de buenos escritores con este sentido de pertenencia del que está usted hablando. Pero la mayoría de mis historias no se llevan a cabo en una locación específica. Es decir, puede que tomen lugar en una ciudad o un área urbana; aquí en Syracuse, pero también en Tucson, Sacramento, San José, San Francisco, Seattle o Port Angeles, Washington. En cualquier caso, ¡la mayoría de mis historias se llevan a cabo en recintos cerrados!

ENTREVISTADOR
¿Trabaja usted en algún lugar particular en su casa?

CARVER
Sí, arriba en mi estudio. Es importante para mí tener mi propio lugar. Pasan muchos días cuando desconectamos el teléfono y colgamos la señal de “No Visitantes”. Por muchos años trabajé en la mesa de la cocina, o en un cubículo de la biblioteca, o en cualquier otro lugar, en mi carro. Esta habitación, que es mía, es un lujo y una necesidad ahora.

ENTREVISTADOR
¿Aún pesca y caza?

CARVER
Ya no tanto. Aún pesco un poco, pesco salmón en el verano, si estoy afuera en Washington. Pero ya no cazo, lamentablemente. ¡No sé a dónde ir! Supongo que podría encontrar a alguien que me lleve, pero simplemente no he llegado a hacerlo. Pero mi amigo Richard Ford es un cazador. Cuando estuvo aquí en la primavera de 1981 para hacer una lectura de su trabajo, él tomó parte de su paga por la lectura y me compró una escopeta. ¡Imagínese eso! y le hizo una inscripción Para Raymond de Richard, Abril 1981. Richard es un cazador, verá, y creo que estaba tratando de motivarme.

ENTREVISTADOR
¿Cómo espera usted que sus historias afecten a la gente? ¿Cree usted que su escritura va a cambiar a alguien? 

CARVER
Realmente no lo sé. Lo dudo. No un cambio en un sentido profundo. Tal vez ningún cambio en absoluto. Después de todo, el arte es una forma de entretenimiento, ¿si? Para ambos, el creador y el consumidor. Es decir, de alguna manera es como jugar billar o jugar cartas, o bolos –es simplemente una distinta, y diría que más alta, forma de diversión. No estoy diciendo que no haya alimento espiritual implicado también. Lo hay, por supuesto. Escuchar un concierto de Beethoven o pasar tiempo en frente de una pintura de van Gohg o leer un poema de Blake puede ser una profunda experiencia en una medida en que jugar bridge o bolos o 220 juegos nunca pueden llegar a ser. El arte es todas las cosas que se supone que el arte es. Pero el arte es también un alto divertimento. ¿Me equivoco al pensar esto? No lo sé. Pero recuerdo que en mis veintes leía obras de teatro de Strindberg, una novela de Max Fisch, la poesía de Rilke, escuchaba música de Bartók toda la noche, veía un especial de televisión en la Capilla Sixtina y de Miguel Ángel y recuerdo haber sentido en cada caso que mi vida tenía que cambiar después de estas experiencias, no podía evitar ser afectado por estas experiencias y cambiar. Simplemente no había ni una sola forma en que no me convirtiera en una persona diferente. Pero entonces me di cuenta muy pronto de que mi vida no iba a cambiar en absoluto después de todo. No en una forma en que pudiera ver el cambio, o percibirlo. Entendí entonces que el arte era algo que podía yo perseguir cuando tenía tiempo para hacerlo, cuando podía alcanzar a hacerlo, y eso es todo. El arte era un lujo y no me iba a cambiar a mí ni iba a cambiar mi vida. Supongo que llegué a la difícil conciencia de que el arte no hace que nada suceda. No. No creo ni por un minuto en ese sinsentido Shellevano que tiene que ver con que los poetas son los “legisladores ilegítimos” de este mundo. ¡Vaya idea! Isak Dinesen dijo que ella escribía un poquito cada día, sin esperanza y sin desesperación. Me gusta eso. Los días ya no están, si es que alguna vez estuvieron con nosotros, esos en los que una novela o una obra o un libro de poemas podían cambiar las ideas de la gente sobre el mundo en el que viven o incluso sobre sí mismos.  Tal vez escribir ficción sobre tipos de personas particulares viviendo cierto tipo de vidas particulares va a permitir que ciertas áreas de la vida sean entendidas un poco mejor de lo que eran entendidas antes. Pero me temo que eso es todo, al menos tanto como en lo que me concierne. Tal vez es diferente en poesía. Tess ha tenido cartas de la gente que ha leído sus poemas y dice que sus poemas los salvaron de lanzarse a un abismo o de ahogarse a sí mismos, etcétera. Pero eso es otra cosa. La buena ficción es en parte llevar las noticias de un mundo a otro. Ese fin es bueno en sí mismo, creo. Pero cambiar las cosas a través de la ficción, cambiar la filiación política de alguien o el sistema político mismo, o salvar a las ballenas o los árboles del bosque, no. No si es que estos son el tipo de cambios a los que se refiere usted. Y no creo que tenga que hacer ninguna de estas cosas, tampoco. No tiene que hacer nada. Solo tiene que estar ahí para el feroz placer que tenemos al hacerlo, y el otro tipo de placer que tenemos cuando leemos algo que es duradero y hecho para durar, así como hermoso en sí mismo. Algo que arroja estos destellos –un brillo persistente y constante, y sin embargo, tenue.





[1] Todas revistas de caza y pesca muy famosas en Estados Unidos por cientos de años hasta hoy y hasta hoy funcionando.
[2] Revista Americana fundada en 1920 bajo el nombre de Successful Writing. Iba dirigida a escritores tanto principiantes como establecidos. En 1921 cambió su nombre a Writer's Digest y se especializó en la publicación de ficción de alta calidad literaria.
[3] Los títulos de las obras de Carver son traducciones propias. Sin embargo, de los que haya traducciones oficiales y universalmente conocidas, se utilizarán sus nombres.
[4] “Soldier’s Home” significa literalmente “El Hogar de Un Soldado”, pero ha sido traducido para el público hispanohablante como “El Regreso de Un Soldado”.

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