Alguna vez leí un artículo sobre la traducción por la traducción misma. Un ejercicio completamente satisfactorio e interesante que manifiesta en gran medida la propia conciencia de lenguaje que se tiene y que está ya internalizada por los años. A pesar de que no soy una experta traductora (para nada) y hasta ahora me estoy formando, me di la oportunidad de incurrir en un proyecto como aquel del que el artículo hablaba. Aquí está mi primer intento de traducción de largo aliento, una bella entrevista a Raymond Carver (que a propósito no está muy traducido al español) realizada en 1983 y cuya fuente original está aquí.
Raymond Carver, el Arte de la Ficción No. 76.
Entrevistado por Mona Simpson, Lewis
Buzbee
Raymond Carver vive en una casa de dos pisos y tejado
de madera en una silenciosa callecita en Syracuse, Nueva York. El jardín
delantero desciende hasta la acera. Un Mercedes nuevo descansa en la rampa de
acceso. Un VW más viejo, el otro carro de la casa, permanece parqueado en la
calle.
La entrada de la casa queda atravesando un largo
porche cubierto. Adentro, los muebles no tienen casi carácter. Todo combina
–sofás de color crema, una mesa de centro de vidrio. Tess Gallagher, la
escritora con la que Raymond Carver vive, colecciona plumas de pavo real y las
pone en floreros por toda la casa –el más notable intento de decoración.
Nuestra sospecha fue confirmada; Carver nos dijo que todos los muebles fueron
comprados y enviados en un día.
Gallagher ha pintado un trozo de madera desmontable
como señal de No Visitantes, el letrero está rodeado de pestañas amarillas
y naranjas, y cuelga de la puerta de malla. Algunas veces el teléfono está
desconectado y el letrero permanece colgado durante días simultáneamente.
Carver trabaja en una gran habitación en el último
piso. La superficie del largo escritorio de roble está limpia; su máquina de
escribir está puesta a un lado, en un ala con forma de L. No hay chucherías, encantos,
ni juguetes de ninguna clase en el escritorio de Carver. Él no es un
coleccionista ni un hombre propenso a los recuerdos y a la nostalgia.
Ocasionalmente, un sobre de manila descansa sobre el escritorio de roble,
conteniendo la historia que está actualmente en proceso de revisión. Sus
archivos están bien ordenados. Puede extraer una historia y todas sus versiones
previas en cualquier momento. Las paredes del estudio están pintadas de blanco
como el resto de la casa, y, como en el resto de la casa, están casi desnudas.
A través de una ventana alta y rectangular sobre el escritorio de Carver, la
luz se filtra en la habitación en forma de vigas inclinadas, como la luz de las
ventanas altas en las iglesias.
Carver es un hombre alto que viste ropa simple
–camisetas de franela, pantalones caqui o jeans. Parece vivir y vestir como los
personajes de sus historias viven y se visten. Para alguien de su tamaño, tiene
una remarcablemente baja e indistinta voz; nos sorprendemos nosotros a nosotros
mismos inclinándonos hacia él cada tantos minutos para captar sus palabras y
para preguntar el irritante “¿Qué?, ¿Qué?”
Algunas partes de la entrevista fueron hechas a través
del correo, entre 1981-1982. Cuando conocimos a Carver, la señal de No Visitantes no estaba colgada y varios
estudiantes de Syracuse pasaron a visitar durante el curso de la entrevista,
incluyendo al hijo de Carver, un estudiante de último año. Para almorzar,
Carver nos preparó sánduches con el salmón que había capturado en la costa de
Washington. Ambos, él y Gallagher, son del estado de Washington y para el
momento de la entrevista, estaban construyendo una casa en Port Angeles, donde
planean vivir una parte de cada año. Le preguntamos a Carver si esa casa se
sentiría más como un hogar para él. A lo que replicó, “No, donde quiera que sea
está bien. Esto está bien”.
ENTREVISTADOR
¿Cómo era su vida antes, y qué lo hizo querer
escribir?
RAYMOND CARVER
Crecí en un pequeño pueblo del este de Washington, un
lugar llamado Yakima. Mi papá trabajaba en el aserradero allí. Él era un aserrador
y ayudaba con el mantenimiento de las sierras que se usaban para cortar y allanar
los maderos. Mi madre trabajaba como una vendedora al por menor, o una camarera
o se quedaba en casa, pero ella no conservaba ningún trabajo por mucho tiempo.
Recuerdo varias charlas respecto a sus “nervios”. En el gabinete, bajo el
lavaplatos, ella guardaba una botella con la patente “medicina para los
nervios”, y tomaba un par de cucharadas de esto cada mañana. La medicina para
los nervios de mi papá era el whiskey. De seguido guardaba una botella bajo el
mismo lavaplatos o afuera en el cobertizo. Recuerdo haberlo probado una vez y
odiarlo, y preguntarme cómo alguien podría beber esa cosa. Nuestro hogar era
una pequeña casa de dos habitaciones. Nos mudábamos mucho cuando yo era niño,
pero siempre era hacia otra pequeña casa de dos habitaciones. La primera casa
en la que recuerdo haber vivido, cerca de los territorios para ferias en
Yakima, tenía el baño afuera. Esto fue a finales de la década de 1940. Yo tenía
ocho o diez años entonces. Solía esperar en la parada del bus a que mi papá
llegara a casa del trabajo. Usualmente él era tan puntual como un reloj. Pero
cada dos semanas más o menos, no estaba en el bus. Yo me quedaba por ahí y
esperaba a que llegara el siguiente bus, pero ya sabía que él tampoco iba a
estar en ese. Cuando esto sucedía, significada que se había ido a tomar con
amigos suyos del aserradero. Aún recuerdo el sentimiento de condenación y
desesperanza que colgaba del comedor cuando mi madre y yo y mi hermano menor
nos sentábamos a comer.
ENTREVISTADOR
Pero, ¿Qué lo hizo querer escribir?
CARVER
La única explicación que puedo darle es que mi papá me
contaba montones de historias sobre sí mismo cuando era un niño, y sobre su
papá y su abuelo. Su abuelo había combatido en la Guerra Civil. ¡Combatió para
las dos partes! Era un volteabrigos. Cuando el Sur empezó a perder la guerra,
cruzó al lado Norte y empezó a combatir por las fuerzas de la Unión. Mi papá se
reía cuando contaba esta historia. Él no veía nada de malo en eso, y supongo
que yo tampoco. Como sea, mi papá me contaba historias, anécdotas en realidad,
sin imprimir moral en ellas, sobre vagar por el bosque, o bien montarse en los
rieles y tener que mirar hacia afuera para ver toros en el ferrocarril. Amaba
su compañía y amaba escucharlo contarme estas historias. De vez en cuando me
leía algo de lo que él estaba leyendo. Zane Grey del oeste. Estos fueron los
primeros libros de tapa dura de verdad, fuera de los textos escolares, y la
biblia, que vi en mi vida. No pasaba muy seguido, pero una que otra vez lo veía
recostarse en la cama en la noche y leerme algo de Zane Grey. Parecía un acto
muy privado en una casa y una familia que no eran muy dados a la privacidad. Me
daba cuenta de que tenía este lado privado solo para él, algo que no entendí o
de lo que no supe, pero algo que encontró expresión a través de esta lectura
ocasional. Yo estaba interesado en ese lado de él e interesado en el acto en sí
mismo. Le pedía que me leyera lo que él estaba leyendo, y él aceptaba
simplemente leyendo cualquier parte del libro en que él resultara estar.
Después de un tiempo decía, “Junior, ahora vete a hacer algo más”. Bueno, había
muchas cosas por hacer. En esos días, iba a pescar a un riachuelo que no estaba
lejos de nuestra casa. Un poquito después, empecé a cazar patos y gansos. Eso era lo que me emocionaba en esos
días, cazar y pescar. Eso fue lo que hizo una abolladura en mi vida emocional,
y eso era sobre lo que quería escribir. Mi tarifa de lectura en esos días,
aparte de una novela histórica ocasional o un misterio de Mickey Spillane,
consistía en Sports Afiled y en Outdoor Life, y en Field & Stream[1]. Escribí una cosa
muy larga sobre los peces que huyeron, o los peces que atrapé, o cualquiera de
las dos, y le pedí a mi mamá que la digitara por mí. Ella no podía digitar,
pero fue y rentó una máquina de escribir, bendito su corazón, y entre los dos
lo digitamos de manera terrible y lo enviamos. Recuerdo que había dos
direcciones en la cabecera de las revistas; así que lo enviamos todo a la
oficina más cercana a nosotros, a Boulder, Colorado, al departamento de
circulación. La pieza volvió, finalmente, pero eso estuvo bien. Ésta había
salido al mundo, ese manuscrito –había estado en lugares. Alguien la había
leído aparte de mi mamá, o eso esperaba yo de cualquier manera. Luego vi un
aviso en Writer's Digest[2]. Era la fotografía de un hombre, un autor exitoso,
obviamente, testificando de algo llamado el Instituto Palmer de Autoría. Eso
parecía justo la cosa para mí. Había un plan de pago mensual incluido. Veinte
dólares en total, diez o quince dólares al mes por tres años o treinta años,
una de las dos. Había tareas semanales y respuestas personales a esas tareas.
Me mantuve en eso por unos cuantos meses. Luego, tal vez me aburrí; paré de
hacer el trabajo. Mis padres pararon de hacer los pagos. Muy pronto una carta
llegó del Instituto Palmer diciéndome que si pagaba todo, aún podría obtener el
certificado de culminación. Esto parecía más que justo. De alguna manera hablé
con mis padres para pagar el resto del dinero, y en cuestión de tiempo obtuve el certificado y
lo colgué en la pared de mi habitación. Pero durante toda la secundaria se
asumía que yo me graduaría e iría a trabajar en el aserradero. Por un largo
tiempo quise hacer el tipo de trabajo que mi papá hacía. Él le iba a pedir a su
capataz en el aserradero que me recibiera después de graduarme. Así que trabajé
en el aserradero por 6 meses más o menos. Pero odiaba el trabajo y sabía desde
el primer día que no quería hacer eso por el resto de mi vida. Trabajé lo
suficiente para ahorrar dinero para un carro, comprarme algo de ropa, y así poder
mudarme y casarme.
ENTREVISTADOR
De alguna manera, por la razón que sea, usted fue a la
universidad. ¿Fue acaso su esposa quien quería que usted fuera a la
universidad? ¿Ella lo motivó a usted al respecto? ¿Era ella la que quería ir a
la universidad y eso lo hizo querer ir? ¿Cuántos años tenía en ese momento?
Ella debió de haber sido muy joven, también.
CARVER
Yo tenía dieciocho. Ella tenía dieciséis y estaba
embarazada y acababa de graduarse de una escuela episcopal privada para niñas
en Walla Walla, Washington. En la escuela ella había aprendido la manera
correcta de sostener una taza de té; había tenido formación religiosa y
deportiva y cosas como esa, pero también había aprendido física y literatura y
lenguas extranjeras. ¡Yo estaba tremendamente impresionado de que ella supiera
latín! Trató una y otra vez de ir a la universidad durante sus primeros años,
pero era muy difícil hacerlo; era imposible hacer eso y levantar una familia y
estar quebrados todo el tiempo, simultáneamente. Y quiero decir, quebrados. Su
familia no tenía dinero. Ella estaba yendo a la escuela por una beca. Su madre
me odiaba y aún lo hace. Se suponía que mi esposa se graduaría y se iría a la
Universidad de Washington a estudiar leyes en una fraternidad. En lugar de eso,
la embaracé, y nos casamos y empezamos una vida juntos. Ella tenía diecisiete
la cuando nuestro primer hijo nació, dieciocho cuando el segundo nació. ¿Qué
podría decir en este punto? No tuvimos ninguna juventud. Nos encontramos en
roles que no sabíamos cómo interpretar. Pero hicimos lo mejor que pudimos.
Mejor que eso, quiero pensar. Finalmente ella terminó la universidad. Obtuvo su
título de pregrado en el Estado de San José doce o catorce años después de que
nos casamos.
ENTREVISTADOR
¿Estaba usted escribiendo durante estos primeros y
difíciles años?
CARVER
Trabajaba en las noches e iba a la escuela durante el
día. Siempre estábamos trabajando. Ella estaba trabajando y tratando de criar a
los niños y siendo ama de casa. Trabajaba para la compañía de teléfonos. Los
niños se quedaban con una niñera durante el día. Finalmente, me gradué de
pregrado en Humbold State College y metimos todo en el carro y en una de esas
parrillas cargatodo que se ponen sobre el auto y nos fuimos para Iowa City. Un
profesor llamado Dick Day en Humboldt State me había hablado sobre el Taller de
Escritura de Iowa. Day le había enviado una historia mía y tres o cuatro poemas
a Don Justice, quien era responsable de conseguirme quinientos dólares en Iowa.
ENTREVISTADOR
¿Quinientos dólares?
CARVER
Eso era todo lo que ellos tenían, o eso decían.
Parecía muchísimo dinero en ese tiempo. Pero no terminé en Iowa. Me ofrecieron
más dinero para quedarme durante el segundo año, pero simplemente no pude
hacerlo. Estaba trabajando en la biblioteca por un dólar o dos por hora, y mi
esposa trabajaba como camarera. Me tomaría otro año obtener un título, y
simplemente no pude con eso. Así que nos mudamos de nuevo a California. Esta
vez a Sacramento. Encontré trabajo como conserje nocturno en el Mercy Hospital.
Conservé el trabajo por tres años. Era un muy buen trabajo. Solamente tenía que
trabajar dos o tres horas por noche, pero me pagaban ocho horas. Había cierta
cantidad de trabajo que tenía que terminar, pero una vez estaba hecho, eso era
todo –me podía ir a casa y hacer lo que quisiera. El primer año o los dos
primeros me iba a casa cada noche y me dormía a una hora razonable y podía
levantarme en la mañana y escribir. Los niños no tenían que quedarse con una
niñera y mi esposa podía ir a trabajar –un trabajo como vendedora puerta a
puerta. Tenía todo el día delante de mí. Estuvo bien por un tiempo. Luego
empecé a salir del trabajo en la noche e ir a beber en lugar de irme a casa.
Para ese momento corría el año de 1967 o de 1968.
ENTREVISTADOR
¿Cuál fue la primera historia que alguna vez publicó? ¿Y
el primer poema?
CARVER
Fue una historia llamada “Pastoral” y salió publicada
en la Western Humanities Review. Es
una buena revista literaria y aún sigue siendo publicada por la universidad de
Utah. No me pagaron nada por la historia, pero eso no importaba… el poema se
llamaba “The Brass Ring” [“El Aro de Latón”][3],
y fue publicado por una revista en Arizona, ahora difunta, llamada Targets. Charles Bukowski tenía un poema
en la misma edición, y me plació estar en la misma revista con él. Él era como
un héroe para mí entonces.
ENTREVISTADOR
¿Es verdad –un amigo suyo me dijo esto— que usted
celebró su primera publicación llevándose con usted la revista a la cama?
CARVER
Eso es parcialmente verdad. De hecho, era un libro, el
anuario Best
American Short Stories [Los
Mejores Cuentos Cortos Americanos]. Mi cuento “Will You
Please Be Quiet, Please?” [“¿Podrías
Hacer el Favor de Callarte, Por Favor?”] había
acabado de aparecer en la colección. Eso fue por allá a finales de los
sesentas, cuando era editado cada año por Martha Foley y la gente solía
llamarlo simplemente “La Colección de Foley”. El cuento había sido publicado en
una oscura y pequeña revista de Chicago llamada December. Ese día la
antología llegó por correo y la llevé a la cama para leerla y solamente para
verla, usted sabe, sostenerla, pero la observé y la sostuve mucho más de lo que
la leí. Me quedé dormido y me desperté a la mañana siguiente con el libro allí
a mi lado, junto a mi esposa.
ENTREVISTADOR
En un
artículo que hizo para el New York Times Book Review mencionó usted un cuento “demasiado tedioso como para hablar de él
aquí” –[el artículo] era sobre por qué había escogido usted escribir cuentos
cortos en lugar de novelas. ¿Quiere hablar de ese cuento ahora?
CARVER
La historia
que era “demasiado tediosa como para hablar de ella” tenía que ver con un
número de cosas de las que no era muy placentero hablar. Finalmente sí hablé
sobre algunas de estas cosas en el ensayo “Fires” [“Lamas”], el cual publiqué en Antaeus. En él dije
que finalmente, un escritor es juzgado por lo que escribe, y esa es la forma en
que debería ser. Las circunstancias que rodean la escritura son otra cosa, algo
extraliterario. Nadie nunca me pidió que fuera un escritor. Pero así fue,
sin embargo, para seguir vivo y pagar cuentas y poner comida sobre la mesa y al
mismo tiempo para pensarme a mí mismo como escritor y para aprender a
escribir. Después de años de trabajar en trabajos chatarra y de criar hijos y
de tratar de escribir, me di cuenta de que necesitaba escribir cosas que
pudiera terminar y dejar hechas con rapidez. No había manera de que pudiera
lidiar con una novela, era un lapso de dos o tres años de trabajo en un mismo
proyecto. Necesitaba escribir algo de lo que pudiera obtener algún tipo de
salario inmediatamente, no al siguiente año, o a tres años en el futuro. Por lo
tanto, poemas y cuentos. Estaba empezando a ver que mi vida no era –digamos que
no era lo que yo quería que fuera. Siempre hubo una carretada de frustración
con la que tuve que lidiar –esperando a escribir y no pudiendo encontrar tiempo
o lugar para hacerlo. Solía salir y sentarme en el carro y tratar de escribir
algo en una almohadilla sobre mi rodilla. Esto fue cuando los niños estaban en
su adolescencia. Yo estaba a finales de mis veintes o a principios de mis
treintas. Aún estábamos en un estado de penuria, teníamos una quiebra tras
nosotros, y años de duro trabajo con nada que la aliviara excepto un viejo
carro, una casa rentada y nuevos créditos en nuestros bancos. Era deprimente, y
me sentía espiritualmente obliterado. El alcohol se convirtió en un problema.
Más o menos me rendí, tiré la toalla, y asumí la bebida de tiempo completo como
una ocupación seria. Eso es parte de lo que estaba hablando cuando estaba
hablando de cosas “demasiado tediosas como para hablar sobre ellas”.
ENTREVISTADOR
¿Podría usted
hablar un poco más sobre la bebida? Muchos escritores, incluso si no son
alcohólicos, beben mucho.
CARVER
Probablemente
no muchísimo más que cualquier otro grupo de profesionales. Se sorprendería.
Claro que hay una mitología que acompaña al hecho de beber, pero nunca fui
parte de eso. Fui parte de la bebida misma.
Supongo que empecé a beber mucho más después de que me di cuenta de que
las cosas que más quería en la vida para mí y para mi escritura, y mi esposa y
mis hijos, simplemente no iban a pasar. Es extraño. Tú nunca empiezas a vivir
la vida con la intención de convertirte en alguien arruinado o en un alcohólico
o un tramposo o un ladrón. O un mentiroso.
ENTREVISTADOR
¿Y usted era
todas esas cosas?
CARVER
Las era. Ya no. Oh, miento de vez en cuando,
como todo el mundo.
ENTREVISTADOR
¿Hace cuánto
tiempo dejó de beber?
CARVER
El segundo
día de junio de 1977. Si quiere saber la verdad, estoy más orgulloso de eso, de
que dejé de beber, que de cualquier otra cosa en mi vida. Soy un alcohólico
recuperado. Siempre seré un alcohólico, pero ya no soy un alcohólico
practicante.
ENTREVISTADOR
¿Qué tan mala
llegó a ser la bebida?
CARVER
Es muy
doloroso pensar en algunas cosas que pasaron en ese entonces. Hacía un total
derroche de todo lo que tocaba. Pero tal vez debo añadir que hacia el final de
mi periodo con la bebida no había mucho que quedara de todos modos. Pero,
¿cosas específicas? Simplemente digamos que, en una ocasión, la policía estuvo
involucrada, además de salas de emergencia y cortes.
ENTREVISTADOR
¿Cómo se
detuvo? ¿Qué lo hizo ser capaz de parar?
CARVER
El último año
en que bebí, 1977, estuve en un centro de rehabilitación dos veces, así mismo estuve
una vez en el hospital; y pasé unos cuantos días en un lugar llamado DeWitt
cerca de San José, California. Dewitt solía ser, propiamente hablando, un
hospital para la demencia criminal. Hacia el final de mi carrera en la bebida
estaba completamente fuera de control y en un lugar muy sepulcral. Lagunas, y
toda la cuestión –puntos en los que no puedes recordar nada de lo que dices o
haces durante cierto periodo de tiempo. Puede que estés manejando un carro,
leyendo, dando una clase, que te rompas una pierna, o que duermas con alguien,
y no tendrás memoria de eso luego. Estás en una suerte de piloto automático.
Tengo una imagen de mí mismo sentándome en una sala con un vaso de whiskey en
mi mano y mi cabeza vendada por una caída causada por una convulsión
alcohólica. ¡Muy loco! Dos semanas después estaba de vuelta en el centro de
rehabilitación, esta vez en un lugar llamado Duffy’s, en Calistoga, California,
arriba, por el campo de viñedos. Estuve en Duffy’s en dos ocasiones diferentes;
en el lugar llamado DeWitt, en San José; y en un hospital en San Francisco
–todo en un espacio de doce meses. Supongo que eso es bastante malo. Estaba
muriendo por eso, así de simple, y no estoy exagerando.
ENTREVISTADOR
¿Qué lo llevó
al punto en que ya pudo dejar de beber por su bien?
CARVER
Fue a finales
de mayo de 1977. Estaba viviendo solo en una casa en un pequeño pueblo en el
norte de California, y había estado sobrio por aproximadamente tres semanas.
Manejé a San Francisco, donde se estaba llevando a cabo una convención de
publicadores. Fred Hills, en ese tiempo el editor en jefe de McGraw-Hill,
quería llevarme a almorzar y ofrecerme dinero para escribir una novela. Pero un
par de noches antes del almuerzo, uno de mis amigos tuvo una fiesta. A mitad de
ésta, tomé un vaso de vino y me lo bebí, y eso es lo último que recuerdo de esa
noche. Tiempo de laguna. A la mañana siguiente cuando las tiendas abrieron,
estaba esperando para comprar una botella. La cena esa noche fue un desastre;
fue terrible, la gente discutiendo y desapareciendo de la mesa. Y la mañana
siguiente tenía que levantarme e ir a este almuerzo con Fred Hills. Tenía tanta
resaca cuando me levanté, que difícilmente podía sostener mi cabeza levantada.
Pero me bebí medio litro de vodka antes de ir a recoger a Hills y eso ayudó,
por un momento muy corto. Luego, ¡él quería manejar por Sausalito para
almorzar! Eso nos tomó por lo menos una hora en medio de un pesado tráfico, y
yo estaba ebrio y con resaca, usted entiende. Pero por alguna razón él continuó
y me ofreció el dinero para escribir una novela.
ENTREVISTADOR
¿Escribió
usted la novela?
CARVER
¡No todavía! De todos modos, me las arreglé para salir
de San Francisco hacia donde yo vivía. Permanecí ebrio por un par de días más.
Y entonces me levanté, sintiéndome terrible, pero no bebí nada esa mañana. Nada
alcohólico, quiero decir. Me sentía terrible físicamente –mentalmente también,
claro—pero no bebí nada. No bebí en tres días. Gradualmente empecé a poner un
poco de distancia entre la bebida y yo. Una semana. Dos semanas. De repente
pasó un mes. Había estado sobrio por un mes, y lentamente estaba empezando a
recuperarme.
ENTREVISTADOR
¿Ayudó en algo Alcohólicos Anónimos?
CARVER
Ayudó un montón. Iba por lo menos una o dos veces al
día durante el primer mes.
ENTREVISTADOR
¿Alguna vez sintió usted que el alcohol era de alguna
manera una inspiración? Estoy pensando en su poema “Vodka”, publicado en Esquire.
CARVER
Por Dios, ¡no! Espero haber dejado eso claro. Cheever
remarcó que él siempre podía reconocer una “línea alcohólica” en el libro de un
escritor. No estoy seguro con exactitud qué quiere decir con eso pero creo que
sé. Cuando estábamos enseñando en el Taller de Escritores de Iowa en el
semestre de otoño de 1973, él y yo no hacíamos nada más que beber. Es decir,
llegábamos a clase, por decir algo. Pero todo el tiempo estábamos allí –estábamos viviendo en este
hotel que tenían en el campus, la Casa Iowa– no creo que ninguno de los dos le
quitara alguna vez la cubierta a su máquina de escribir. Hacíamos el viaje a la
tienda de licores dos veces a la semana en mi carro.
ENTREVISTADOR
¿Para surtirse?
CARVER
Sí, para
surtirnos. Pero la tienda no abría sino hasta las 10:00 a.m. Una vez planeamos
un recorrido matutino muy temprano, un recorrido a las diez en punto, y nos
íbamos a encontrar en el lobby del hotel. Él traía mocasines, pero no tenía
medias puestas. De todas maneras salimos un poco temprano. Para la hora en que
llegamos a la tienda de licores el tendero estaba hasta ahora quitándole el
candado a la puerta del frente. En esta mañana particular, John se bajó del
carro antes de que yo pudiera parquear apropiadamente. Para el momento en que
entré a la tienda, él ya estaba en el mostrador de la caja con medio galón de
Scotch. Él vivía en el cuarto piso del hotel y yo vivía en el segundo. Nuestras
habitaciones eran idénticas, justamente bajo la misma reproducción de la misma
pintura colgada en la pared. Pero cuando bebíamos juntos, siempre bebíamos en
su habitación. Él decía que tenía miedo de bajar a beber en el segundo piso.
¡Decía que siempre había una posibilidad de que lo atracaran en el hall! Pero,
usted sabe, claro, por suerte no mucho tiempo después de que Cheever dejara
Iowa City, fue a un centro de tratamiento y recuperó su sobriedad y permaneció
sobrio hasta que murió.
ENTREVISTADOR
¿Siente que las confesiones habladas en las reuniones
de Alcohólicos Anónimos han influenciado su escritura?
CARVER
Hay diferentes clases de reuniones –las reuniones de
charla consistían en que solo una persona se levantaba y hablaba aproximadamente
por cincuenta minutos sobre cómo era su vida entonces, y probablemente cómo era
su vida ahora. Y hay reuniones en las que todo el mundo en el salón tiene una
oportunidad de decir algo. Pero no puedo decir honestamente si alguna vez
conscientemente o de otra manera he escrito alguna de mis historias basándome
en lo que he escuchado en las reuniones.
ENTREVISTADOR
¿De dónde vienen sus historias entonces? Estoy
especialmente hablando de historias que tengan algo que ver con la bebida.
CARVER
La ficción en la que estoy más interesado tiene líneas de referencia con el
mundo real. Ninguna de mis historias pasó
verdaderamente, por supuesto. Pero siempre hay algo, algún elemento, algo
que se me dijo o que atestigüé, que pueda ser el lugar de inicio. Aquí hay un
ejemplo: “¡Esta es la última navidad que nos arruinarás alguna vez!” Yo estaba
borracho cuando escuché eso, pero lo recordé. Y después, mucho tiempo después,
cuando ya estaba sobrio, usando solamente esa línea y otras cosas que imaginé,
imaginé con mucha precisión lo que pudo haber pasado, inventé una historia –“A
Serious Talk” [“Una Conversación Seria”]. Pero la ficción en la que estoy más
interesado, sea la de Tolstoi, Chejov, Barry Hannah, Richard Ford, Hemingway,
Isaac Babel Ann Beattie, o Anne Tyler, me parece de alguna manera un poco
autobiográfica. Por lo menos es referencial. Los cuentos largos o cortos no
solo salen de un airecillo delgado. Llega a mí una conversación que involucraba
a John Cheever. Estábamos sentados en una mesa en Iowa City con algunas
personas y resulta que él empezó a hablar de que después de un altercado
familiar que hubo en su casa una noche, él se levantó a la mañana siguiente y
fue al baño y encontró algo que su hija había escrito con labial en el espejo
del baño “Que-ri-do papito, no nos dejes”. Alguien en la mesa levantó la voz y
dijo, “yo reconozco eso de alguna de sus historias”. Cheever dijo,
“probablemente sea así. Todo lo que escribo es autobiográfico”. Ahora, claro,
eso no es literalmente verdad. Pero todo lo que escribimos es, de alguna
manera, autobiográfico. No me preocupa
ni un poco la ficción “autobiográfica”. Al contrario. On the Road. Céline. Roth. Lawrence
Durrell en The Alexandria Quartet. Y así mismo
de Hemingway en las historias de Nick Adams. Updike, también, podría apostar.
Jim McConkey. Clark Blaise es un escritor contemporáneo cuya ficción está
dentro-y-fuera de lo autobiográfico. Por supuesto, tienes que saber lo que
estás haciendo cuando conviertes tus historias de vida en ficción. Tienes que
ser inmensamente atrevido, tener mucha habilidad, usar mucho tu imaginación y
estar dispuesto a decirte todo a ti mismo. Te dicen una y otra vez cuando eres joven
que escribas sobre lo que conoces, y ¿qué conoces mejor que tus propios
secretos? Pero a menos de que seas
una clase especial de escritor, y uno muy talentoso, es muy peligroso tratar y
escribir volumen tras volumen de La Historia de Mi Vida. Es para muchos
escritores un gran peligro, o por lo menos una gran tentación, ser demasiado
autobiográficos en su aproximación a su ficción. Un poco de autobiografía y un
montón de imaginación es lo mejor.
ENTREVISTADOR
¿Tus personajes están tratando de hacer lo que
importa?
CARVER
Creo que están tratando. Pero tratar y lograr son dos
asuntos diferentes. En algunas vidas, la gente siempre tiene éxito; y creo que
es algo grande cuando eso sucede. En otras vidas, la gente no tiene éxito en lo
que tratan de hacer, en las cosas que más quieren hacer, las cosas grandes o
pequeñas que soportan la vida. Estas vidas son, por supuesto, válidas para la
escritura, las vidas de la gente que no tiene éxito. La mayoría de mi propia
experiencia, directa o indirecta, tiene que ver con esta última situación. Creo
que a la mayoría de mis personajes les gusta que sus acciones cuenten para
algo. Pero al mismo tiempo han alcanzado ese punto –como muchas personas—en que
no es tan así. Lo que hacen no añade mucho más a nada. Las cosas que alguna vez
pensaste que eran importantes o incluso por las que creías que valía la pena
morir no valen ni cinco centavos ahora. Ellos tratan de hacer las cosas bien,
pero no pueden. Y usualmente ellos sí que lo saben, y después de eso,
simplemente hacen lo que pueden.
ENTREVISTADOR
¿Podría usted decir algo sobre una de mis historias
favoritas en su colección más reciente? ¿Dónde se originó la idea de “Why Don’t
You Dance?” [“¿Por Qué No Bailas?”]?
CARVER
Estaba visitando a unos amigos escritores en Missoula
a mediados de los 70s. Todos estábamos sentados por ahí bebiendo y alguien
contó una historia sobre una tendera de un bar llamada Linda, la cual se
embriagó con su novio una noche y decidió llevar todos los muebles de su
habitación a su patio trasero. Lo hicieron, también bajaron la alfombra y la
lámpara de su alcoba, y luego de que el chico terminó de contar la historia,
alguien dijo, “Bueno, ¿Quién va a escribirla?” No sé quién más la haya escrito,
pero yo la escribí. No en ese momento, sino después. Más o menos cuatro o cinco
años después, creo. La cambié y le añadí cosas, claro. De hecho, fue la primera
historia que escribí después de que finalmente paré de tomar.
ENTREVISTADOR
¿Cómo son sus hábitos de escritura? ¿Siempre está
trabajando en una historia?
CARVER
Cuando estoy escribiendo, escribo todos los días, es
adorable cuando eso pasa. Un día se enlaza con el siguiente. Algunas veces ni
siquiera sé qué día de la semana es. “La rueda de los días”, como John Ashbery
la ha llamado. Cuando no estoy escribiendo, como ahora, cuando estoy apretado
con los deberes de las clases como he estado últimamente, es como si nunca
hubiera escrito una palabra y no tuviera ningún deseo de escribir. Caigo en
malos hábitos. Me quedo despierto hasta muy tarde y duermo mucho. Pero está
bien. He aprendido a ser paciente y a esperar mi tiempo. Tuve que aprender eso
hace mucho tiempo. Paciencia. Si creyera en los signos, supongo que mi signo
sería el de la tortuga. Escribo en arrebatos y comienzos. Pero cuando estoy
escribiendo, invierto muchísimas horas en el escritorio, diez o doce o quince
horas seguidas, día tras día. Amo eso, cuando eso sucede. Mucho de este tiempo
de trabajo, entienda usted, se lo dedico a revisar y a reescribir. No hay
muchas cosas que me gusten más que tomar una historia que haya estado rodando
por la casa por un tiempo y trabajar en ella de nuevo. Es lo mismo con los
poemas que escribo. No tengo afán de enviar algo justo después de escribirlo, y
algunas veces se queda por la casa durante meses mientras le hago esto o lo
otro, quitándole esto y poniéndole aquello. No se necesita mucho tiempo para
hacer el primer borrador de la historia, eso pasa usualmente en una sentada,
pero sí toma mucho tiempo hacer varias versiones de la historia. He hecho
tantas como veinte o treinta borradores de una historia. Nunca menos de diez o
doce borradores. Es tan instructivo como alentador echarle un vistazo a los
borradores iniciales de grandes escritores. Estoy pensando en las fotografías
de las galeras de Tolstoi, para nombrar un escritor que amaba las revisiones.
Quiero decir, no sé si las amaba o no, pero hacía de éstas un gran asunto.
Siempre estaba revisando, justo hasta el momento en que salían las pruebas de
imprenta. Él persistió y reescribió Guerra
y Paz ocho veces y estaba aún haciéndole correcciones en las galeras. Cosas
como estas deberían animar a cada escritor cuyos borradores sean terribles,
como los míos lo son.
ENTREVISTADOR
Describa qué pasa cuando escribe una historia.
CARVER
Escribo el primer borrador rápidamente, como dije.
Esto lo hago casi siempre a mano. Simplemente lleno páginas tan rápido como
puedo. En algunos casos, hay una suerte de taquigrafía personal, notas para mí
mismo sobre lo que haré luego cuando vuelva a la historia. Algunas escenas las
tengo que dejar sin terminar, sin siquiera ser escritas, en algunos casos; las
escenas que requerirán un minucioso cuidado después. Es decir, todo lo que
requiera cuidado meticuloso –pero algunas escenas las guardo hasta el segundo o
tercer borrador, porque para hacerlas y hacerlas bien se necesita mucho más
tiempo que para el primer borrador. Con el primer borrador es una cuestión de
concretar el contorno, el andamio de la historia. Luego, en las revisiones
subsecuentes veré el resto de eso. Cuando he terminado el borrador a mano,
digito la versión de la historia y empiezo desde ahí. Siempre se ve diferente
para mí, mejor, claro, después de que está digitada. Cuando estoy digitando el
primer borrador, empiezo a reescribir y a añadir y a borrar pequeñas cosas. El
verdadero trabajo viene luego, después de que he hecho tres o cuatro borradores
de la historia. Es lo mismo con los poemas, solo que los poemas puede que
requieran cuarenta o cincuenta borradores. Donald Hall me dijo que él algunas
veces escribe cien o más borradores de sus poemas. ¿Puede usted imaginarse?
ENTREVISTADOR
¿Ha cambiado su forma de trabajar?
CARVER
Las historias en What
We Talk About [De Qué Hablamos] son diferentes en alguna medida. Por una
razón, es un libro mucho más autoconsciente en el sentido de cómo cada uno de
los movimientos fue intencional, cuán calculado estuvo. Empujé y jalé y trabajé
con esas historias antes de que llegaran al libro en una medida en que nunca lo
había hecho con ninguna otra historia. Cuando el libro estuvo armado y en las
manos del publicador, no escribí nada en absoluto por seis meses. Y entonces la
primera historia que escribí fue “Catedral”, la cual siento que es totalmente
diferente en cuanto a concepción y ejecución respecto a otras historias que
habían llegado antes. Supongo que refleja un cambio tanto en mi vida como en mi
forma de escribir. Cuando escribí “Catedral” experimenté este afán y sentí
“Esto es de lo que se trata, esta es la razón por la que estoy haciendo esto”.
Fue diferente de las historias que habían llegado antes. Hubo una apertura
cuando escribí la historia. Sabía que había ido tan lejos en otra dirección
como pude o quise ir, cortándolo todo hasta la médula, no solo hasta los
huesos. Si hubiera ido más lejos en esa dirección, hubiera llegado a una calle
ciega –escribiendo y publicando cosas que no hubiera querido leer ni siquiera
yo, y esa es la verdad. En una reseña del último libro, alguien me llamó un
escritor “minimalista”. El reseñista lo quiso decir como un cumplido. Pero no
me gustó. Hay algo sobre lo “minimalista” que huele a una pequeñez de visión y
de ejecución que no me gusta. Pero todas las historias en el nuevo libro, la
que se llama Catedral, fueron
escritas en un periodo de dieciocho meses; y en cada una de ellas sentí esta
diferencia.
ENTREVISTADOR
¿Tiene usted algún ideal de audiencia? Updike
describió su lector ideal como un jovencito en un pequeño pueblo del
centro-oeste encontrando uno de sus libros en el estante de una biblioteca.
CARVER
Es lindo pensar en el lector idealizado de Updike.
Pero, a excepción de las historias tempranas, no creo que sea un jovencito en
un pequeño pueblo del centro-oeste el que lea a Updike. ¿Qué habría hecho este
jovencito con The
Centaur [El
Centauro] o Couples [Parejas] o Rabbit Redux [El
Retorno del Conejo] o The Coup [El Golpe de Estado]? Creo que
Updike está escribiendo para la audiencia para la cual John Cheever dijo que
estaba escribiendo, “hombres y mujeres adultos e inteligentes”, dondequiera que
vivan. Un escritor que se aprecie escribe tan bien y tan verdaderamente como
pueda y espera encontrar tantos lectores perceptivos como sea posible. Así que
escribes tan bien como puedes y esperas buenos lectores. Pero creo que también
estás escribiendo para otros escritores en alguna medida –tanto los escritores
muertos cuyo trabajo admiras, como los escritores vivos que te gusta leer. Si a
ellos les gusta, a los otros escritores, hay una buena posibilidad de que a
otros “hombres y mujeres adultos e inteligentes” les guste también. Pero no
tengo en mente a ese niñito que mencionó usted, o a nadie más en ese sentido,
cuando estoy propiamente escribiendo.
ENTREVISTADOR
¿Cuánto de lo que escribe termina tirando a la basura?
CARVER
Montones. Si el primer borrador de la historia tiene
cuarenta páginas, usualmente queda con la mitad de eso en el momento en que
termino con él. Y no es solamente una cuestión de sacar o meter cosas. Sacó un
montón, pero añado también cosas y luego añado otras y saco otras. Es algo que
amo hacer, poner palabras y sacar palabras.
ENTREVISTADOR
¿Ha cambiado el proceso de revisión ahora que las
historias parecen ser más largas y más generosas?
CARVER
Generosas, sí, esa es una buena palabra para ellas.
Sí, y le diré por qué. En la escuela había una digitadora que tenía una de esas
máquinas de escribir de la era espacial, un procesador de palabras y yo podía
darle una historia para digitar y una vez la tenía digitada y me daba la copia,
podía yo marcarla a voluntad y dársela de nuevo; y ella, al siguiente día, me
la entregaba en limpio una vez más. Luego la podía marcar de nuevo tanto como
yo quisiera, y al siguiente día la tendría de vuelta en limpio una vez más. Lo
amaba. Parecería una cosa insignificante, de verdad, pero eso ha cambiado mi
vida, esa mujer y su procesador de palabras.
ENTREVISTADOR
¿Alguna vez ha usted tenido tiempo libre por causa de
no tener que ganarse la vida?
CARVER
Tuve un año una vez. Fue un año muy importante para mí
también. Escribí la mayoría de las historias en Will You Please Be Quiet, Please? [“¿Podrías Hacer el Favor de Callarte, Por Favor?”] en ese año. Fue
en 1970 o 1971. Estaba trabajando en esta firma publicadora de libros de texto
Palo Alto. Fue mi primer trabajo de cuello-blanco, justo después del periodo en
el que había sido conserje en el hospital en Sacramento. Había estado
trabajando allí casi como un editor cuando la compañía, que se llamaba SRA,
decidió hacer una reorganización importante. Planeé renunciar, estaba
escribiendo mi carta de renuncia, pero luego, de repente, fui despedido. Fue
simplemente una manera genial en la que todo se dio. Invitamos a todos nuestros
amigos ese fin de semana ¡y tuvimos una fiesta de despedidos! Por un año no
tuve que trabajar. El desempleo me alcanzó y tenía mi indemnización por despido
para vivir. Ese fue el periodo en que mi esposa finalizó su universidad y
obtuvo su título. Ese fue un punto de giro, ese momento. Fue un buen periodo.
ENTREVISTADOR
¿Es usted religioso?
CARVER
No, pero tengo que creer en milagros y en la
posibilidad de la resurrección. No hay duda sobre eso. Cada día que me
despierto, me alegra despertar. Por esa razón me gusta despertar temprano. En
los días de la bebida dormía hasta el mediodía o lo que sea y normalmente
despertaba con los temblores.
ENTREVISTADOR
¿Se arrepiente de muchas cosas que pasaron en ese
momento en que las cosas eran tan malas?
CARVER
No puedo cambiar nada ahora. No me alcanza para el
arrepentimiento. Esa vida ahora simplemente ya no está, y no puedo lamentar lo
pasado. Tengo que vivir en el presente. La vida de antes se ha ido con
seguridad –y es tan remota para mí como si le hubiera sucedido a alguien de
quien leí en una novela del siglo diecinueve. No paso más de cinco minutos al
mes en el pasado. El pasado verdaderamente es
un país extranjero, y la gente ahí hace las cosas de forma diferente. Las cosas
pasan. Realmente siento que he tenido dos vidas diferentes.
ENTREVISTADOR
¿Puede usted hablar un poco sobre las influencias
literarias, o al menos nombrar algunos escritores cuyo trabajo admire
grandemente?
CARVER
Ernest Hemingway es uno. Las primeras historias. “Big
Two-Hearted River” [El Río de Dos Corazón], “Cat in the Rain” [“El Gato Bajo La
Lluvia”], “The Three-Day Blow” [El Golpe de Tres Días], “Soldier’s Home” [El
Regreso de Un Soldado[4]],
y muchas más. Chejov. Supongo que él es el escritor cuyo trabajo admiro más.
Pero, ¿a quién no le gusta Chejov? Estoy hablando de sus historias, no de sus
obras dramáticas. Sus obras se mueven demasiado lentamente para mí. Tolstoi.
Cualquiera de sus cuentos, las novelas,
Anna Karenina. Guerra y Paz no.
Es muy lenta. Pero La Muerte de Iván
Ilyich, El Maestro y el Hombre,
“How Much Land Does a Man Need?” ” [“¿Cuánta Tierra Necesita Un Hombre”], Tolstoi
es lo mejor que hay. Isaac Babel, Flannery O’Connor, Frank O’Connor. Dublineses de James Joyce. John
Cheever. Madame Bovary. El año pasado
releí ese libro, junto con una nueva traducción de las cartas de Flaubert
escritas mientras él estaba componiendo –no hay otra palabra para eso—Madame Bovary. Conrad. Too Far to Go [DemasiadoLejos Para Ir], de Updike. Y hay
escritores magníficos por los que pasé hace uno o dos años como Tobias Wolff. Su
libro de cuentos In
the Garden of the North American Martyrs [En el Jardín
de los Mártires Norteamericanos], es
simplemente magnífico. Max Schott. Bobbie Ann Mason. ¿Ya la había mencionado?
Bueno, ella es buena y vale la pena mencionara dos veces. Harold Pinter. V.S.
Pritchett. Hace años leí algo en una carta escrita por Chejov que me
impresionó. Fue un consejito que le daba a alguno de sus muchos corresponsales,
y era algo así: Amigo, no tiene que escribir sobre gente extraordinaria para
alcanzar lo extraordinario y las hazañas memorables. (Entienda que yo estaba en
la universidad en ese momento y leyendo obras de teatro sobre princesas y
duques y el derrocamiento de los reinos. Búsquedas y cosas similares, grandes compromisos
para establecer héroes en sus lugares legítimos. Novelas con héroes más-grandes-que-la-vida).
Pero leer lo que Chejov tenía que decir en esa carta, y en otras cartas suyas,
y leer sus historias, me hizo ver las cosas de una forma diferente a la de
antes. No mucho tiempo después leí una obra de teatro y una serie de historias
de Maxim Gorky, y él simplemente reforzó en su trabajo lo que Chejov tenía por
decir. Richard Ford es otro buen escritor. Él es principalmente un novelista,
pero él también ha escrito cuentos y ensayos. Él es un amigo. Tengo un montón
de amigos que son buenos amigos, y algunos de ellos son buenos escritores.
Otros, no tan buenos.
ENTREVISTADOR
¿Qué hace usted en tal caso? Quiero decir, ¿cómo lidia
con eso? –¿si uno de sus amigos publica algo que a usted no le gusta?
CARVER
No digo nada a menos de que mi amigo me pregunte, y
espero que no lo haga. Pero si te preguntan tienes que decirlo de una manera en
que no se perjudique la amistad. Quieres que a tus amigos les vaya bien y que
escriban lo mejor que puedan. Pero algunas veces su trabajo es una decepción.
Quieres que todo les salga bien, pero tienes este pavor de que tal vez no sea
así y no hay mucho que puedas hacer al respecto.
ENTREVISTADOR
¿Qué
piensa de la ficción moral? Supongo que esto tiene que llevarnos a una charla
sobre John Gardner y su influencia en usted. Sé que fue su estudiante hace
muchos años en Humboldt State
College.
CARVER
Eso es verdad. He escrito sobre nuestra relación en la
obra Antaeus
y hablé más elaboradamente de esto en mi
introducción a un libro póstumo suyo llamado On Becoming a Novelist [Convirtiéndose en Novelista]. Creo que On
Moral Fiction [Sobre la Ficción
Moral], es
un libro maravillosamente inteligente. No estoy de acuerdo con todo lo que
dice, de ninguna manera, pero en general él tiene razón. No tanto en sus
evaluaciones de los escritores vivos como en sus objetivos, las aspiraciones
del libro. Es un libro que quiere afirmar la vida en lugar de tirarla a la
basura. La definición de Gardner de moralidad es vitalmente afirmante. Y
respecto a eso él cree que la buena ficción es ficción moral. Es un libro con
el cual discutir, si te gusta discutir. Es brillante, en cualquier caso. Creo
que él puede argumentar su caso incluso mejor en On Becoming a Novelist. Y no va tras otros escritores como en On
Moral Fiction. Habíamos estado sin contacto por años cuando él publico On
Moral Fiction, pero su influencia, las cosas por las que sobresale en mi
vida cuando era su estudiante, eran aún tan fuertes que por un largo rato no
quise leer el libro. ¡Tenía miedo de descubrir que lo que yo había estado
escribiendo todos esos años fuera inmoral! Usted entiende que no nos habíamos
visto por casi veinte años y que solamente renovamos nuestra amistad después de
que me mudé a Syracuse y él estaba allá en Binghamton, a setenta millas
de distancia. Había un montó de enojo dirigido directamente hacia Gardner y
hacia el libro cuando lo publicó. Él tocó los nervios. Resulta que creo que es
una remarcable obra de trabajo.
ENTREVISTADOR
Pero después de que usted leyó el libro, ¿qué pensó
sobre su propio trabajo? ¿Estaba usted escribiendo historias “morales” o
“inmorales”?
CARVER
¡No
estoy seguro! Pero escuché de otras personas, y luego él mismo me dijo, que le
gustaba mi trabajo. Especialmente el nuevo trabajo. Eso me trajo muchísima
complacencia. Lea On
Becoming a Novelist.
ENTREVISTADOR
¿Aún escribe usted poesía?
CARVER
Algo, pero no lo suficiente. Quiero escribir más. Si
un periodo muy largo de tiempo pasa, seis meses o algo así, me pongo nervioso
si no he escrito ningún poema. Me sorprendo a mí mismo preguntándome si he
parado de ser un poeta o he parado de ser capaz de escribir poesía. Usualmente
es ahí que me siento y trato de escribir algunos poemas. Este libro mío que voy
a lanzar en la primavera, Fires [Llamas], –ese tiene todos los poemas míos que quiero conservar.
ENTREVISTADOR
¿Cómo se influencian la una a la otra? ¿La escritura
de ficción y la escritura de poesía?
CARVER
Ya no lo hacen. Por un largo tiempo estaba igualmente
interesado en la escritura de poesía y en la escritura de ficción. En las
revistas siempre ojeaba primero los poemas antes de leer las historias.
Finalmente, tuve que hacer una elección, y me decidí por el lado de la ficción.
Fue la elección correcta para mí. No soy un poeta “innato”. No sé si soy un
“innato” de algo excepto de ser un hombre americano blanco. Tal vez me
convierta en un poeta ocasional. Pero me conformo con eso. Es mejor que no ser
ningún tipo de poeta en absoluto.
ENTREVISTADOR
¿Cómo lo ha cambiado la fama?
CARVER
Me siento incómodo con esa palabra. Verá, empecé con
muy bajas expectativas en primer lugar –es decir, ¿qué tan lejos puedes llegar
en esta vida escribiendo cuentos cortos? Y no tenía mucha autoestima como
resultado de la cosa de la bebida. Así que es un continuo asombro para mí esta
atención que ha venido. Pero puedo decirle que después de la recepción de What We Talk About [De qué hablamos], sentí una confianza que nunca antes
había sentido. Cada cosa buena que ha pasado desde entonces ha convergido para
hacerme querer trabajar más y mejor. Ha sido un buen estímulo. Y todo esto está
llegando en una época de mi vida en la que tengo más fuerza de la que nunca
antes había tenido. ¿Entiende lo que digo? Me siento más fuerte y más claro
sobre mi dirección ahora que nunca antes. Así que la “fama” –o, digamos, esta
reciente atención e interés—ha sido una cosa buena. Reforzó mi confianza cuando
mi confianza necesitaba ser reforzada.
ENTREVISTADOR
¿Quién es el primero que lee sus textos?
CARVER
Tess Gallagher. Como usted sabe, ella es poeta y
escritora de cuento corto. Le muestro todo lo que escribo excepto las cartas, e
incluso le he mostrado unas cuantas de esas. Pero ella tiene un ojo maravilloso
y una manera de sumergirse tanto en lo que escribo. No le muestro nada hasta
que lo he marcado y lo he llevado tan lejos como he podido. Eso es usualmente
el cuarto o quinto borrador, y luego ella lee cada uno de los subsecuentes.
Hasta ahora le he dedicado tres libros y esas dedicaciones no son solamente un
token de amor y afecto; también indican el alta estima en la que la tengo y el
reconocimiento de la ayuda y la inspiración que me ha dado.
ENTREVISTADOR
¿Dónde entra Gordon Lish en esto? Sé que él es su
editor en Knopf.
CARVER
Justamente como él mismo fue el editor que empezó a
publicar mis cuentos en Esquire
a principios de los 70s. Pero tuvimos una amistad
que iba más allá en el tiempo, allá por 1967 o 1968, en Palo Alto. Él estaba
trabajando en una firma publicadora de libros apenas cruzando la esquina desde
la firma en la que yo trabajaba. La que me despidió. Él no mantenía un horario
regular de oficina. Él hacía la mayoría de su trabajo para la compañía desde su
casa. Al menos una vez a la semana me invitaba a su casa a almorzar. Él no
comía nada, solo cocinaba algo para mí y luego revoloteaba alrededor de la mesa
viéndome comer. Me ponía nervioso, como puede usted imaginar. Siempre terminaba
yo dejando algo en mi plato, y él siempre terminaba comiéndoselo. Dijo que eso
tenía que ver con la forma en que fue criado. Este no es un ejemplo aislado. Él
aún hace cosas como esa. Me lleva a almorzar ahora y no ordena nada para él
mismo excepto por una bebida ¡y luego se come lo que sea que yo deje en mi
plato! Lo vi hacerlo una vez en el Salón de Té Ruso. Había cuatro de nosotros
cenando, y después de la comida llegó él a vernos comer. Cuando vio que íbamos
a dejar comida en nuestros platos, él los limpió de inmediato. Aparte de esta
locura, la cual es más graciosa que otra cosa, él es remarcablemente
inteligente y sensible a las necesidades de un manuscrito. Él es un buen
editor. Tal vez él es un gran editor. Todo lo que sé con seguridad es que él es
mi editor y mi amigo y que me alegran ambas cosas.
ENTREVISTADOR
¿Consideraría hacer más guiones cinematográficos?
CARVER
Si el tema lograra ser interesante como este que acabo
de terminar con Michael Cimino en la vida de Dostoievski, sí, claro. De otra
manera, no. Pero, ¡Dostoievski! Puede apostar que lo haría.
ENTREVISTADOR
Y hubo mucho dinero involucrado.
CARVER
Sí.
ENTREVISTADOR
Eso pagó por el Mercedes.
CARVER
Exacto.
ENTREVISTADOR
¿Y qué hay de la revista The New Yorker? ¿Alguna vez
envió usted sus historias a The New Yorker cuando estaba empezando?
CARVER
No, no lo hice. No leí The New Yorker. Enviaba mis historias y poemas a las
pequeñas revistas y de vez en cuando algo fue aceptado, y me hizo feliz la
aceptación. Tuve una suerte de audiencia, verá, a pesar de que nunca conocí a
ninguna persona de mi audiencia.
ENTREVISTADOR
¿Recibe usted cartas de la gente que ha leído su
trabajo?
CARVER
Cartas, cintas, algunas veces fotografías. Alguien me
acaba de mandar un cassette–canciones que fueron hechas basadas en algunos de
los cuentos.
ENTREVISTADOR
¿Escribe usted mejor en la Costa Oeste –afuera, en
Washington—o aquí en el Este? Supongo que estoy preguntando cuán importante es
el sentido de pertenencia para su trabajo.
CARVER
Alguna vez fue importante para mí verme como alguien
perteneciente a un lugar particular. Era importante para mí ser un escritor del
Oeste. Pero esa ya no es una verdad para mí, para bien o para mal. Creo que me
he movido mucho por ahí, he vivido en muchos lugares, me he sentido desubicado
y “deslugarado”, como para tener algún sentido arraigado de “pertenencia”. Si
alguna vez he localizado una historia conscientemente en un lugar particular y
un periodo particular, y supongo que lo he hecho, especialmente en el primer
libro, supongo que ese lugar sería el Noroeste pacífico. Admiro el sentido de
pertenencia en escritores tales como Jim Welch, Wallace Stegner, John Keeble,
William Eastlake, y William Kittredge. Hay una buena cantidad de buenos
escritores con este sentido de pertenencia del que está usted hablando. Pero la
mayoría de mis historias no se llevan a cabo en una locación específica. Es decir,
puede que tomen lugar en una ciudad o un área urbana; aquí en Syracuse, pero
también en Tucson, Sacramento, San José, San Francisco, Seattle o Port Angeles,
Washington. En cualquier caso, ¡la mayoría de mis historias se llevan a cabo en
recintos cerrados!
ENTREVISTADOR
¿Trabaja usted en algún lugar particular en su casa?
CARVER
Sí, arriba en mi estudio. Es importante para mí tener
mi propio lugar. Pasan muchos días cuando desconectamos el teléfono y colgamos
la señal de “No Visitantes”. Por muchos años trabajé en la mesa de la cocina, o
en un cubículo de la biblioteca, o en cualquier otro lugar, en mi carro. Esta
habitación, que es mía, es un lujo y
una necesidad ahora.
ENTREVISTADOR
¿Aún pesca y caza?
CARVER
Ya no tanto. Aún pesco un poco, pesco salmón en el
verano, si estoy afuera en Washington. Pero ya no cazo, lamentablemente. ¡No sé
a dónde ir! Supongo que podría encontrar a alguien que me lleve, pero simplemente
no he llegado a hacerlo. Pero mi amigo Richard Ford es un cazador. Cuando
estuvo aquí en la primavera de 1981 para hacer una lectura de su trabajo, él
tomó parte de su paga por la lectura y me compró una escopeta. ¡Imagínese eso!
y le hizo una inscripción Para Raymond de
Richard, Abril 1981. Richard es un cazador, verá, y creo que estaba
tratando de motivarme.
ENTREVISTADOR
¿Cómo espera usted que sus historias afecten a la
gente? ¿Cree usted que su escritura va a cambiar a alguien?
CARVER
Realmente no lo sé. Lo dudo. No un cambio en un
sentido profundo. Tal vez ningún cambio en absoluto. Después de todo, el arte
es una forma de entretenimiento, ¿si? Para ambos, el creador y el consumidor.
Es decir, de alguna manera es como jugar billar o jugar cartas, o bolos –es
simplemente una distinta, y diría que más alta, forma de diversión. No estoy
diciendo que no haya alimento espiritual implicado también. Lo hay, por
supuesto. Escuchar un concierto de Beethoven o pasar tiempo en frente de una
pintura de van Gohg o leer un poema de Blake puede ser una profunda experiencia
en una medida en que jugar bridge o bolos o 220 juegos nunca pueden llegar a
ser. El arte es todas las cosas que se supone que el arte es. Pero el arte es
también un alto divertimento. ¿Me equivoco al pensar esto? No lo sé. Pero
recuerdo que en mis veintes leía obras de teatro de Strindberg, una novela de
Max Fisch, la poesía de Rilke, escuchaba música de Bartók toda la noche, veía
un especial de televisión en la Capilla Sixtina y de Miguel Ángel y recuerdo
haber sentido en cada caso que mi vida tenía
que cambiar después de estas experiencias, no podía evitar ser afectado por
estas experiencias y cambiar.
Simplemente no había ni una sola forma en que no me convirtiera en una persona
diferente. Pero entonces me di cuenta muy pronto de que mi vida no iba a
cambiar en absoluto después de todo. No en una forma en que pudiera ver el
cambio, o percibirlo. Entendí entonces que el arte era algo que podía yo
perseguir cuando tenía tiempo para hacerlo, cuando podía alcanzar a hacerlo, y
eso es todo. El arte era un lujo y no me iba a cambiar a mí ni iba a cambiar mi
vida. Supongo que llegué a la difícil conciencia de que el arte no hace que
nada suceda. No. No creo ni por un minuto en ese sinsentido Shellevano que
tiene que ver con que los poetas son los “legisladores ilegítimos” de este
mundo. ¡Vaya idea! Isak Dinesen dijo que ella escribía un poquito cada día, sin
esperanza y sin desesperación. Me gusta eso. Los días ya no están, si es que
alguna vez estuvieron con nosotros, esos en los que una novela o una obra o un
libro de poemas podían cambiar las ideas de la gente sobre el mundo en el que
viven o incluso sobre sí mismos. Tal vez
escribir ficción sobre tipos de personas particulares viviendo cierto tipo de
vidas particulares va a permitir que ciertas áreas de la vida sean entendidas
un poco mejor de lo que eran entendidas antes. Pero me temo que eso es todo, al
menos tanto como en lo que me concierne. Tal vez es diferente en poesía. Tess
ha tenido cartas de la gente que ha leído sus poemas y dice que sus poemas los
salvaron de lanzarse a un abismo o de ahogarse a sí mismos, etcétera. Pero eso
es otra cosa. La buena ficción es en parte llevar las noticias de un mundo a
otro. Ese fin es bueno en sí mismo, creo. Pero cambiar las cosas a través de la
ficción, cambiar la filiación política de alguien o el sistema político mismo,
o salvar a las ballenas o los árboles del bosque, no. No si es que estos son el
tipo de cambios a los que se refiere usted. Y no creo que tenga que hacer
ninguna de estas cosas, tampoco. No tiene
que hacer nada. Solo tiene que estar ahí para el feroz placer que tenemos al
hacerlo, y el otro tipo de placer que tenemos cuando leemos algo que es
duradero y hecho para durar, así como hermoso en sí mismo. Algo que arroja estos
destellos –un brillo persistente y constante, y sin embargo, tenue.
[1] Todas
revistas de caza y pesca muy famosas en Estados Unidos por cientos de años
hasta hoy y hasta hoy funcionando.
[2] Revista
Americana fundada en 1920 bajo el nombre de Successful Writing. Iba dirigida a escritores tanto principiantes como establecidos. En
1921 cambió su nombre a Writer's Digest y se especializó en la publicación de ficción de
alta calidad literaria.
[3] Los títulos de las obras de Carver
son traducciones propias. Sin embargo, de los que haya traducciones oficiales y
universalmente conocidas, se utilizarán sus nombres.
[4] “Soldier’s Home” significa
literalmente “El Hogar de Un Soldado”, pero ha sido traducido para el público
hispanohablante como “El Regreso de Un Soldado”.